hay una explosión de tristeza.
Se estallan mis ventanas
y llueven cristales.
Se fragmenta el suelo,
se desvanece el cielo
y se derrumban mis paredes.
Por mis venas aumenta la corriente
con ese fuego que ha derretido la escarcha de mi semblante.
Por mis venas aumenta la corriente
con ese fuego que ha derretido la escarcha de mi semblante.
Y una supernova de sentimientos residuales
aparece reverberando la explosión de repente.
Típico, ¿no?
Todo es silencio
y oscuridad podrida de miedo.
Todo se halla suspendido...
hasta las palabras que no nos hemos dicho,
y que ahora incluso en el aire pueden leerse.
Todo ocurre a cámara lenta.
Excepto el corazón...
el corazón cuando te vas se me acelera.
el corazón cuando te vas se me acelera.
Todo está contaminado por tu ausencia
y una ráfaga de viento tapona mis oídos con el color de tu
risa,
y llega hasta mi pelo
y, en vez de despeinarlo, lo acaricia;
y, en vez de despeinarlo, lo acaricia;
como si tus manos aún permanecieran.
Entonces esa tristeza se posa sobre mis mejillas
y me recuerda que
te has ido,
y que yo no he sabido retenerte.
Que te has ido
y tu portazo ha creado un eco.
Ese eco que repite tu nombre,
y que recorre el corazón en forma de golpes secos,
porque la puerta está cerrada,
y no puede salir a intentar detenerte
para que no te vayas,
para que aún te quedes.
Para que echarte de menos
Entonces esa tristeza se posa sobre mis mejillas
y me recuerda que
te has ido,
y que yo no he sabido retenerte.
Que te has ido
y tu portazo ha creado un eco.
Ese eco que repite tu nombre,
y que recorre el corazón en forma de golpes secos,
porque la puerta está cerrada,
y no puede salir a intentar detenerte
para que no te vayas,
para que aún te quedes.
Para que echarte de menos
no se convierta en algo habitual.