Poesía. Para la libertad, para el invierno y para la inmensa minoría que quiera entenderlo.
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07:00 AM
La luz que entra por tu ventana
se parece a esa luz que desprenden
algunas mañanas del mes de junio,
con el verano tomándole ya el pulso
a los últimos días de un invierno colectivo.
Así estás tú,
con la mirada puesta
en todo aquello que florece:
los árboles que dan nombre
a una calle céntrica de la capital,
la vida recuperando su aliento primitivo,
un nuevo idioma aún por escribir.
El sol entra por tu ventana
como la risa a los pulmones
y como entraste tú en esta ciudad.
La luz marca la diferencia,
igual que tú marcas los destinos.
La luz del día inunda la habitación
con la misma timidez, pero certera,
con la que me asomo yo a tu boca,
con la mirada sostenida en esos dedos
que me rozan la muñeca
un sábado noche
en un bar escondido
de ambiente irlandés,
donde suenan
casi todo el tiempo
los Bee Gees
y donde te digo,
precisamente,
que la alegría
te ha dejado en la mirada
la misma paz
con la que entra
la luz del sol
por tu ventana.