sábado, 20 de abril de 2013

"Comprendo cómo, no comprendo por qué"

Nada es perfecto. Ni nadie. Nunca llegaré a asumirlo, lo sé. Ni siquiera yo lo soy. Bueno, yo la que menos.
Volver... esa es la palabra que más me asusta. Volver a ser lo que era hace dos años. Siempre nos aferramos al pasado, creyendo que fueron tiempos mejores; pero no, no lo fueron. Porque de repente tu pasado vuelve y permaneces en el mismo sitio en el que estabas, solo que interpretando un papel diferente, un personaje diferente. O mejor, el mismo, creyendo que puedes cambiar, y que has cambiado. Creyendo que esa bestia que llevas dentro nunca volverá a desatarse, que ahora eres sosegado y que todos te admiran por ello. Creyendo que eres capaz de querer, sin hacer daño, y de que otros te quieran, y hasta incluso de merecerlo. Merecer, qué palabra tan compleja. A veces hasta se me olvida quién es el que decide lo que cada uno merecemos. Y puede que en el fondo ese sea mi problema.
Pero yo he vuelto, a las mismas canciones, a los mismos comportamientos. Y nada me hiere más que mirarme en el espejo  y ver el fuego en mis ojos ardiendo encolerizado, capaz de destruir a cualquiera que se cruce por su camino. Volverme adicta a la oscuridad, a disparar golpes secos contra superficies férreas y etéreas al mismo tiempo. Dejar de creer en el perdón y en que todo puede estar bien. Volver. Volver a ser esa bestia que fui y con la que me llevé más de un corazón amedrentado. Como el mío. Y que nadie sea capaz de ir más allá, y esperarlo todo de quien no me debe nada. Que no me llene ni uno de esos abrazos con los que intentan avivar mi corazón deshabitado. Volver a ser como un diamante al que todo el mundo se acerca, creyendo que es muy bello, que nadie puede rallarlo, ni romperlo, pero que es capaz de arañar y destruir cualquier otro corazón menos cristalizado. Volverme inmortalmente científica, y dar de lado la poesía y los sueños. Ser bipolar y consentida. Creer que mi Dios ya nunca podrá volver a perdonarme. No merecer nada. No merezco nada.
Pero vosotros seguís ahí. Vosotros, a quien puedo llamar amigos. Y aparecéis de repente, y resurgís de la muerte en la que nos tenía más que asumidos. Pero estáis ahí, detrás de toda esa oscuridad que me corrompe. Y hasta sois capaces de quererme, y de abrazarme, aunque me vuelva la peor persona de este mundo. Y vosotros alegáis a que ya me conocéis, y que no pasa nada, que está todo bien. Pero no lo entendéis, vosotros no merecéis eso. Ni yo os merezco. Yo no quiero que me conozcáis así, yo no quiero ser así, y mucho menos con vosotros. La respuesta es fácil, ¿no?, puedes cambiar. Sí, y lo hice. Lo intenté especialmente por vosotros. Pero lo siento con todo mi alma, no lo he conseguido. Y mirad que lo he intentado, y que lo intento. Pero no llego. No puedo. Y vosotros no tenéis por qué soportarlo, pero sé que lo haréis, porque sois mis amigos. Y eso es lo que hacen los amigos. Aunque a veces no nos entendamos o nos tiremos de los pelos. Nos conocemos, y lo más importante: nos queremos. Y puede que yo no lo merezca, pero también puede que no quiera perderos, por encima de todo. Y quizá esta sea la única forma que encuentro de disculparme, o explicarme; escribir una especie de carta que en el fondo nunca espero que leáis, intentando que sea algo poético y bello, consiguiendo que sean cuatro frases tontas más de las que corren por el mundo. Pero hoy solo quiero que sepáis que sois parte de ese todo, del TODO que constituye mi vida, y que si vosotros faltáis, ya no tengo Todo, sino un conjunto de factores mal estructurados. Sé que no tengo derecho a decirlo, pero no me faltéis nunca.
Y GRACIAS. Y decir porqué sería extenderse demasiado, lo cual fomentaría que no lo leyeseis, si es que algún día esto llega a vuestros párpados. Simplemente gracias por ser tan imperfectamente perfectos, por quererme, perdonarme, aceptarme...gracias por ser amigos. Gracias por tanto.
Os quiero. Mucho.

miércoles, 10 de abril de 2013

Que paren el mundo...

Que últimamente mi oscuridad ha ganado a mi poesía,
que mi cansancio anda acumulado,
mi corazón acongojado,
y mis versos cutres asfixiados de rutina.

Que últimamente se han revuelto mis recuerdos,
que se me ha apagado la voz,
se me ha secado el fervor,
y ahora antes de intentarlo ya me pienso que no puedo.

Pero te veo y mi tristeza se paraliza,
despiertan mis ojos, se turbulenta mi alma,
el corazón vuelve a latir, ¡y muy deprisa!

El miedo es el alimento que poco a poco me contamina,
y el tic tac de la muerte me tiene acorralada,
¡que al menos el amor me salve de la vida!