miércoles, 9 de noviembre de 2022

Un poema en el destierro

No sé si habrás encontrado ya
lo que buscabas,
si alguna de mis palabras
te habrá hecho tropezar, últimamente;
ni si te habrás curado ya de mi tristeza,
ahora que yo he aprendido 
a besar esta herida
sin mancharme los labios.

No sé si te diste cuenta
de que estuve esperándote 
al otro lado de tu invierno,
de que dejé de escuchar tus canciones
para volver a verme en las mías,
de que hubo noches en las que 
el dolor era imposible,
pero no encontré las fuerzas para gritar.

No sé si tú has elegido este silencio
o si te has acostumbrado a él,
ni si te aprieta también un poco los huesos
este frío irremediable 
cuando nos tenemos enfrente.

Tú estás más lejos que nunca.
Y yo no entiendo por qué duele tanto.

Quizá esperaba que el tiempo 
curara y no enterrara.
Quizá no quise recordar
que hay muros que aparecen
de una noche a una mañana
también así: sin hacer ruido.

Pero por si te encontraran también a ti,
de golpe, estas palabras,
aún quiero decirte
que lo que yo nunca supe
fue a qué distancia colocarme
para que entendieras
que yo te esperaba.

Que aún te espero.

Y que me gustaría besar 
estas ruinas contigo,
antes de dejar que el viento 
se las lleve para siempre.

Porque no sé si tú habrás encontrado ya
lo que buscabas,
pero yo sí me he asomado a este vacío.

En él,
me he encontrado a mí.

Y ojalá todo este amor
fuera capaz de salvarte a ti también.

martes, 25 de octubre de 2022

La bestia

«No sé si escuchaste 
mi último aullido
»
LEIVA 


La bestia no soy yo.

La bestia es esta hambre atroz 
de tu cuerpo.

La bestia es el espacio irreversible
que se ensancha entre nosotras
a medida que te alejas.

La bestia es este ruido
que me pesa en la garganta:
todo lo que no te he dicho.

La bestia es el animal
que me crece en el estómago,
ahora que has desaparecido de mi vida
sin llegar a irte del todo,
que es la peor forma de quedarse.

Y así te has quedado tú,
así me he quedado yo:
con un aliento grueso
imposible de tragar
cuando nos tenemos delante.

Miramos para un lado,
fingimos que todo está bien.
Quizá lo esté para ti.
Pero dentro de mí hay un rugido,
un aullido interminable,
un dolor silenciado
que ha despertado a la bestia.

Y, a ti, ¿te incomoda mi tristeza?
A mí me incomoda no poder respirar.
El animal se ha apoderado de cada hueco.
No me queda espacio para vivir dentro de mí.

Yo ya no me habito.

Deambulo por mi cuerpo
en la búsqueda de un lugar tranquilo
en el que reposar
y trazar un plan de reconquista.

Pero tu silencio también lo ha poblado todo.
Y no hay lugar al que yo vaya
en el que no estés tú.
Tu impronta, tu estela, tu risa,
tus canciones, el idioma
en el que aprendí a amarte.

También me pasa en la ciudad.
Tú estás fuera y estás dentro.

Y yo no estoy.
Ahora, solo está la bestia.

martes, 30 de agosto de 2022

La luz encendida

Pocas señales hay más evidentes
que la de una puerta cerrada.
Pero yo estoy aquí afuera,
y mantengo la luz encendida.

Es de noche en la ciudad
en la que se adormece el verano.
No encuentro más formas de decirte
lo que en el fondo tú ya sabes.

Pero mantengo la luz encendida.

Hay tantas palabras que no llegan
nunca a ningún sitio.
Nunca, esa palabra tan larga.

Quizá nos empeñamos
en dejar al universo
la responsabilidad de 
jugar con nuestra luz.
Debería dejar de hacerlo.
Pero, por si acaso,
aún la mantengo.

Yo prendo una luz por ti, cada noche.
Por si despiertas,
por si te decidieras a abrir los ojos,
que tú la encuentres aquí.
Rompiendo, con su ruido hostil, 
la oscuridad.

Porque a veces una luz
es algo más que una luz.

Y hay luces que traspasan puertas,
por muy cerradas que estén.
No puedo, si no,
confiar en el camino
que he ido marcando.

Espero que tú me encuentres.

Yo estoy aquí afuera.
Con la luz siempre encendida.

miércoles, 10 de agosto de 2022

Un poema sencillo y sincero a una persona indecisa

Yo sé que hay algo,
algún milímetro desordenado
de la comunicación
que nos separa.
Tal vez, 
la consecución irremediable
de las horas,
o el paso torpe de los días
que se arrastran hacia ti,
ya casi sin aliento.

Yo sé que hay algún punto de encuentro 
como tantos otros de no entendimiento.

Yo sé que probablemente
no entiendas nada
y que no sepas muy bien
qué pensar, qué sentir,
qué hacer con todo esto.

A mí también se me hace grande,
a mí también me asaltan las dudas,
a mí me aprieta el pecho la ansiedad
cuando casi te rozo por la calle,
cuando es tu aire el que me abraza.

Cuando nos tumbamos en mi cama
y hablamos de cosas que nunca habíamos dicho,
cuando te cojo la mano y te la beso,
cuando nos miramos sin decir nada.

Yo te entiendo, de verdad, 
te entiendo.

Y no sé si quieres que lo pare
o si tendrás las mismas ganas que yo
de hacerlo de estallar,
si cuando me hablas del futuro
que nos queda por recorrer
te refieres también al nuestro
como concepto.

No sé si estás pensando en otro nombre
o si hay algo de mí que te ilusione,
a veces pienso en que cómo iba a ser yo
y otras veces siento
que lo que está empezando a pasar aquí
se parece también
a lo que a veces he soñado despierta
y a lo que creo que es, en realidad, el amor.

Yo sé que todo es complejo,
y que puede serlo aún más.
Y sé que no es un buen momento,
que hace muchos días ya que no nos vemos,
que no sabes a qué distancia situarte
ni cuántas horas son las suficientes
para decidirte a responder a mis mensajes.

Sé que todo parece muy difícil,
yo también me siento un poco perdida.

Pero solo me encantaría decirte
que aunque soy consciente
de todas estas cosas,
o puedo llegar a imaginarlas,
me gustaría que tú supieras
que yo sí estoy segura,
que no tengo miedo,
que contigo todo es diferente,
que tú me das ganas de ser valiente
y que te estoy esperando
en cada orilla 
de tu mar de dudas.

martes, 19 de julio de 2022

07:00 AM

La luz que entra por tu ventana

se parece a esa luz que desprenden

algunas mañanas del mes de junio,

con el verano tomándole ya el pulso

a los últimos días de un invierno colectivo.


Así estás tú,

con la mirada puesta

en todo aquello que florece:

los árboles que dan nombre

a una calle céntrica de la capital,

la vida recuperando su aliento primitivo,

un nuevo idioma aún por escribir.


El sol entra por tu ventana

como la risa a los pulmones

y como entraste tú en esta ciudad.


La luz marca la diferencia,

igual que tú marcas los destinos.


La luz del día inunda la habitación

con la misma timidez, pero certera,

con la que me asomo yo a tu boca,

con la mirada sostenida en esos dedos

que me rozan la muñeca

un sábado noche

en un bar escondido

de ambiente irlandés,


donde suenan 

casi todo el tiempo 

los Bee Gees

y donde te digo, 

precisamente,

que la alegría

te ha dejado en la mirada

la misma paz

con la que entra

la luz del sol 

por tu ventana.

martes, 25 de enero de 2022

Ruido

Qué distinta suena la calle
ahora que tú no la habitas.

La multitud ciega
recorre estas baldosas
de un lado a otro.
Hace ruido, ocupa mis espacios
y yo camino deprisa,
como si te persiguiera
sin saber dónde estás.

Tiento a mis pies doloridos
con ir hacia tu lado de la ciudad,
provocar el encuentro,
como si la magia no acarreara
cierto poder aleatorio.

Pero la calle es muy distinta
cuando tú no estás.

Tú no lo sabes
y yo me pregunto 
a quién le escribo,
y se me caen las palabras
al papel,
como cansadas de haber estado
rebosando en mi cabeza,
amenazando constantemente
con dispararse solas.
Como si aún tuvieran valor,
quedan aquí, en esta página.

Yo sé que no voy a verte.
Últimamente tengo pocas certezas
y cada vez más preguntas.

Estoy harta de este ruido.

Si no son los tuyos,
los pasos son solo pisadas,
las voces son solo jauría,
y el olor de estas calles libertarias
son solo nostalgia barata.

La calle no suena igual
cuando tú no la habitas.

Y estás en algún lugar,
aunque no sé dónde.
No espero encontrarte hoy
caminando por ahí,
no espero ese golpe fortuito
que me arranque de la realidad
para llevarme contigo.

Sé que tú apenas me recuerdas.
No espero nada. Nada.

Solo quiero dejar de escuchar
este maldito ruido.

jueves, 20 de enero de 2022

Los últimos versos que te escribo

Puede que este sea
el último poema
que te escriba.

Si tú nunca dices que sí
y yo nunca me atrevo
a hacerte la pregunta;
si te lanzas al vacío
y yo decido cerrar los ojos,
si tú te vas
y yo vuelvo a una ciudad desierta
en la que tú no estás,
voy a tener que olvidarte.

Tal vez este debiera ser
el último poema
que yo te escriba.

Y tal vez lo sea.

Te callo,
te desdibujo:
no existes.

martes, 4 de enero de 2022

Las cosas que nunca me dijiste

Ya aguarda el frío tu partida,
se revuelve entre las calles
desde donde emerge tu ausencia,
como un eco.

Tú ya te has ido.

Tu silencio me castiga,
orbita en el vacío que has dejado
y me obliga
a borrarte
de mi memoria.

Si te vas así, libre de equipaje 
y libre de mí,
qué quedará en el aire.
Qué quedará en las calles
cuando el aliento gélido de enero
cante con tu acento
y tu voz lejana, ya casi olvidada,
parta la noche en dos,
como tu insomnio.

Dejarás para el recuerdo este legado:
un beso a punto de quemarse,
la luz del último sol de la tarde
sumergida en tus ojos verde mar,
una canción de invierno
meciéndose en la niebla,
como queriendo recordarte,
y todas esas cosas 
que quedaron por decir.