viernes, 3 de abril de 2020

Noche de insomnio

Escucho la palabra crisis
y la palabra pandemia
y la palabra silencio.
Recuerdos de aquel año, 2008.
Muertes, ansiedad, angustia.
Paro. Casa. Confinamiento.
Aplausos, balcones, videollamadas.
Escucho todo el rato la palabra de moda.
Las noticias parecen un parte de guerra.

Escucho «cuando esto pase...»,
escucho «ya queda menos».
Escucho la palabra beso
y se me remueve dentro el mar.
Escucho la palabra abrazo
y siento un pellizco
con nombre y apellidos.
Escucho que el mundo ha cambiado
y que va a seguir cambiándonos.
Y tengo miedo y esperanza.
Y dudas y deseos.

Escucho tantas palabras 
que, a veces, 
no puedo escucharme a mí.
Y, cuando lo hago,
no escucho nada.

Oigo el palpitar de mi corazón,
oigo cómo se precipita mi saliva
hacia mi estómago,
el rugir en mis tripas de la digestión,
el choque de mis fosas nasales
jugando con el aire
que me vacía y llena los pulmones,
oigo los mechones de mi pelo
escurrirse por detrás de mis orejas,
los suspiros clavarse contra mi espalda
y el aleteo de mi cuerpo entre las sábanas.

Fuera de mí es de noche.
Apenas hay ruido.
El silencio cae en mi cama
como una bruma.

Yo sigo sin decirme nada.
Los sueños pasan, el tiempo corre.
Quizá no tenga nada que decir,
quizá no tenga ganas de escuchar.

Lo único que me gustaría
es lograr conciliar el sueño.