jueves, 3 de diciembre de 2015

"Un invierno propio"

Es más como una especie de punzón en el pecho, como un suspiro entre el corazón y la garganta, unas ganas de vomitar todo el amor de golpe. Es más la decepción de un nuevo diciembre sola, como los 21 anteriores. Es más como el anhelo de lo nunca sucedido, y como una tristeza clavada en el cielo del alma que solo añora un amor correspondido. Una especie de poesía, que solo llega a prosa. Y yo, que sigo pensando que tampoco pido demasiado. Solo lo pido todo. Y es que alguien dijo una vez que "todo" nunca es mucho, cuando hay ganas. Y cuando de amor se trata, todo, en realidad, no es casi nada. O eso me han dicho. Y ya está. Y no hay más. No hay más que una soledad profunda, anclada en una frustración y en una incomprensión inexplicable, que nadie quiere saber, ni escuchar. Es una soledad aún más honda que eso, el que lo que escuece se quede entre mis dedos,  la tinta y el pensamiento, cuando lo único que de verdad se necesita es que alguien llegue y te arranque todo el dolor de golpe. Pero el silencio mordaz de todo lo que se ha puesto de acuerdo a tu alrededor para hacer como si el dolor no existiese lo único que consigue es que, al final, lo que no existas seas tú, ni lo que sientes. No es que vaya a unirme al club de los incomprendidos, o a la cofradía del santo reproche. Es solo que todo es triste, muy triste; y que al parecer tienes vetado el derecho a poder decirlo, e incluso sentirlo. Y eso te hace estar un poco solo, contigo; que a veces es la peor forma de estar. Es estúpido, pero, por desgracia, es real. Un veneno atragantado en la mirada, un iceberg de emociones oprimidas del que ni siquiera se ve la punta. Pero ahí está. No sé cómo decirlo. Que casi sin esperarte, y ya sin esperanza, has venido, diciembre, un año más. Y sin nevar. Y que, enhorabuena: hoy haces más frío que nunca.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

"When it moves you"

Lo nuestro duró una canción de jazz. No sé cómo explicártelo...sonamos tan bien juntos que hasta la música calló y el mundo se detuvo. Fuimos una sucesión de imágenes con banda sonora, una voz virtuosa, trompetas insurgentes, un piano descontrolado, una procesión de besos y de pasos de baile descompasados. La bailamos abrazados, y luego nos miramos clavándonos el amor en la sonrisa y en las manos. Y yo, que aún no te he dicho que no sé bailar, solo pienso en eso que tiene de bonito ver a dos pies izquierdos moverse, aún sin ritmo, acompasados. A dos que se entienden a la perfección y van contra el mundo, eso de mi idea sobre el amor: lo de que dos son mucho más que uno más uno. Pero parece que no, el amor no es eso. El amor no es nada. Y nosotros tampoco. Somos solo el uno y la otra restándose minutos de baile a corazón abierto hasta que acaba la canción. Y ojalá hubiera sido cierto. Así podría justificar mi dolor con un recuerdo. Y que no pueda dejar de escuchar esa canción todo el tiempo. Y ojalá tú y yo, y ojalá el amor. Y ojalá aún sonasen canciones de jazz en los bares.
P.D: a lo que pasa por la imaginación escuchando a Anthony Strong.

jueves, 19 de noviembre de 2015

"Cerrado por derribo"

Amor está hecho para mí, pero yo no estoy hecha para él. ¿O acaso era al revés? Amor y yo somos como el perro el gato. Andamos persiguiéndonos sin llegar a cruzarnos o encontrarnos, y cada vez que lo hacemos nos destruimos mutuamente, preparamos una hecatombe emocional que nos deja destrozados: a mí vacía del todo, y él manchado de miles de poemas tristes. Yo siempre siento por encima de mis posibilidades, y debería usar una talla más de corazón, aunque Amor dice que una menos. Soy más "perro" que "viejo", y él araña más que cualquier gato. Somos como el agua y el aceite, como el dulce y el salado: podemos vivir juntos, pero mejor separados. Supongo que por eso lo de mi oficio y por eso lo de que se me dé tan mal. Quizá nunca llegue a nada con esto de la poesía. Porque, no nos engañemos, todos los y las poetas tienen una musa que les espera en la cama al final del día. A mí solo me espera la nada. La nada, que duele como el hambre, quema como el hielo y arde como un chato de vino en ayunas. La nada que padezco cuando Amor y yo nos cruzamos y apartamos la vista mirando hacia el suelo, para no seguirnos matando. Para no seguir añorando lo que nunca sucedió. Yo sí te quise tanto, Amor. Yo sí te quiero tanto. Tú no.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Nada

Hoy es domingo y me he despertado con resaca emocional, con un suspiro constante clavado en el pecho, por la espera, con esa tristeza de quien sabe que no le quieren. Con esa tristeza de amar hasta que duele el corazón y no poder convencerte de que soy yo, que estoy aquí, que vengas. Con esa tristeza de no comprender nada y de quererlo todo. Con esa tristeza de creer que no eres suficiente, de que no vas a conseguirlo. Con la rabia disfrazada de no entender porqué los demás sí y tú no, de por qué hacer bien al mundo no es devuelto a la vida en forma de amor. Con ese vacío interminable e inexplicable de saber, muy en el fondo, la verdad: que no te quiere. Porque quien te quiere, te busca, envía señales y mira con estrellas en los ojos. Y aquí soy solo yo la que se ha estrellado. Y sigo con el objetivo de meterme en su cabeza cuando donde yo quiero estar es en su corazón. Y las cosas siguen igual, no van para adelante ni para atrás, solo hacia dentro: hacia mí. Hacia el vacío interminable e inexplicable de un domingo lluvioso donde no todo es tan triste, pero el corazón se ha despertado sangrando, y no encuentra remedio a esta resaca de amor. Hoy he vuelto a soñar contigo.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Reincidente

Ojalá tú, 
ojalá yo,
ojalá nunca.
Ojalá jamás 
hubiéramos sido
ni tú,
ni yo,
ni ojalá,
ni nunca.
Jamás.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Septiembre

Huele a domingo por la tarde en el mes del invierno propio.
El corazón me late a trompicones,
y tú celebras que está de moda ser diferente.

Te lo diré, lo prometo.
Me suicidaré con las palabras más puras
que puedan salir de mi pecho,
y dejaré que mis barcos
se estrellen una vez más
contra tu puerto
porque, total, ya nada importa.

Es el final del verano,
septiembre está aquí para confirmarlo.
Pero lo más importante es que lo despido contigo,
así que abre bien los ojos
para que puedas oírlo:
esta vez no estoy triste.

Los recuerdos no se acumulan,
sino que se amalgaman
como si nuestros corazones
fuesen tan puntuales
como para poder disfrutarlos a tiempo.
Hoy hemos podido. Y hoy he podido con todo eso.

Fuera está nublado, y me da la sensación
de que alguna chimenea
amenaza con encenderse.

Hace algo de frío,
y me encantaría poder estrenar ese jersey nuevo.

Pero hoy estoy dentro,
porque hoy hay algo que celebrar.

El día está colgado en mi memoria
con una chincheta,
como si fuese algo pendiente por hacer.
Más que por hacer, por recordar.
Hoy es 6 de septiembre.

P.D: "Que septiembre no nos quite la ilusión jamás"

miércoles, 2 de septiembre de 2015

"Táctica y estrategia"

¿En qué piensas cuando te acuestas?
A veces me resulta difícil hacerme a la idea
de que duermes sobre otra almohada,
sobre otro cuerpo, otra mirada...
de que estás lejos, y aún en mi cabeza.

Pero si acaso alguna vez
el recuerdo de mis versos
cruza y vaga por tu mente,
entonces quizá merezca la pena.

Que cuando otra guitarra te cante
sepas que lo nuestro sí que era amor.
Y que puede que no, esta vez no sea yo.

Dime, ¿y qué pasa cuando sale el sol?
Jamás nos hemos despertado en la misma habitación
pero estoy segura de que miras al techo,
exactamente igual que yo.

¿Qué pasará allí arriba?
Tal vez alguien sí ha encontrado el amor.
Y entonces dime, ¿en qué piensas?
¿Te acuerdas de mí cuando te
escuece el corazón?
Yo tengo la cura perfecta...

Quisiera ser tus párpados
cada amanecer,
tu despertador, tu desayuno,
tus ganas de morder,
tu bostezo más profundo.

Tu ¿por qué no?
Aún no te vistas,
no enciendas la luz,
deja que mi sueño te persiga
hasta cumplirte
en esa realidad surrealista,
en la que vivo día a día
desde que, mira tú por dónde,
lo mismo no andábamos tan despistados
cuando nos hemos encontrado.

Desde que no sé cómo,
ni cuándo, ni porqué
dijiste que me querías,
que me elegías.

Desde que quizá por eso,
sin saber cómo, ni con qué pretexto,
al fin me necesitaste,
y era por amor,
como diría Benedetti,
"y viceversa".

Y mientras yo
solo rezo
para seguir siendo cada noche
la última pregunta
en la que piensas cuando te acuestas.

P.D: Benedetti.

Mi táctica es mirarte,
aprender cómo sos,
quererte como sos.

Mi táctica es hablarte
y escucharte,
construir con palabras
un puente indestructible.

Mi estrategia es
en cambio
más profunda y más simple.

Mi estrategia es que
un día cualquiera
no sé cómo,
ni sé con qué pretexto
por fin me necesites.

lunes, 27 de julio de 2015

'Eternamente en fuga, como la ola'

La distancia era
el silencio frío
vistiéndose de
los centímetros
que separaban nuestros dos mundos en guerra.

Yo secaba la lluvia de tu tristeza,
pero tus besos solo viajan en esos barcos fijos
que parten hacia otras tierras,
sin pasar nunca por mi destino.

Siempre estás lejos
cuando te quiero cerca.
Cierras los ojos
y cambias de marea.
Y el amor sigue varado
a la orilla del olvido.

Persigo tus huellas
y el naufragio se hace largo.
No quiero seguir, pero te sigo,
por si la otra opción es el precipicio
en el que caigo
cuando te busco en otros brazos
y no encuentro el sentido de tu ausencia.

Hoy nos hemos querido lejos
desde el principio.
No sé muy bien porqué
hoy no había estrellas...
y nos hemos perdido.

Yo te espero donde siempre,
en la segunda, a la derecha...

lunes, 15 de junio de 2015

"Nunca jamás" (II)

Estaba hecho de ese material con el que se tejen unos ojos de mar y de un amor a medio hacer. Ponía los puntos a las cicatrices, puntos y seguidos que solo abrían heridas sobre las ya cosidas con su cariño torcido por la escusa de los valientes, eso de retirarse a tiempo, eso de que quien te busca, eso de que eso... que yo no era suficiente. Me retiró la mirada. Luego se detuvo para ver cómo me desangraba. Cómo recogía los pedazos del suelo, de un suelo que ahora estaba aún más bajo. Había vivido en la azotea de sus ojos, en el mes del invierno haciendo primaveras, y juro que estrellé todos mis aviones contra sus labios. No fue suficiente. Me tomó de la mano, me dijo ven, y yo fui, y tuve miedo, y me rompió, y yo seguí. Le seguí hasta la isla. Me hizo sentir que no quería regresar. El paraíso estaba allí, en sus pupilas, grises y mudas: nunca supieron hablar. No fue suficiente. Me lo dijo, yo no quise entenderle. La última noche que nos vimos él me enseñó a volar. Luego se puso a patalear, como lo que era, como lo que es: un niño; porque no quería escucharlo: que el amor iba en serio. Que una isla en la inmensidad del cielo está muy bien para los que solo naufragan. Pero yo buscaba tierra, y me amarré a la primera piedra con la certeza de que sería suficiente para poder edificar. Un castillo en el aire, y hasta eso lo rompió. La última noche que nos vimos él me enseñó a volar. Aquella vez sí fue suficiente: yo me marché para no regresar.

P.D: Las olas que me alejaron de esa isla en la que viví. (Parafraseando a Marcus Versus)

viernes, 22 de mayo de 2015

<<¿Y si en vez de planear tanto voláramos un poco más alto?>>

Vamos dando tumbos y lo cierto es que desde aquí arriba todo se ve más despacio. Queremos estar siempre en primera fila para ver todo de cerca, y lo que no vemos es que desde la primera plana se pierden también otros planos que mirar. Y es que no es lo mismo verte venir que ver cómo te vas. Y es que no es lo mismo ser quien se apresura por las calles que quien mira a quienes se precipitan por la ciudad. Esa es la diferencia: la distancia.

La distancia, que es la unidad de medida entre tu olvido y el mío. La diferencia entre ser o estar, contigo. La diferencia entre mirar a las nubes o mirar hacia abajo y ver cómo el mundo transcurre, y ver que alguien ha roto una vida mientras que otro la ha salvado. La distancia, la diferencia, el punto de vista. Abarcarlo todo. Vamos dando tumbos y nos chocamos, y es muy difícil encontrar la distancia perfecta entre el suelo y las alas, entre tu voz y la mía, entre la piel y el amor. Entre nuestros engranajes para que la máquina gire y no haga humo y ruido y autodestrucción.

Desde arriba todo se ve distinto, y el aire da más en la cara, y te sientes más pequeña pero también más viva, y te vuelves tortuga con alas, capaz de apreciarlo todo a otra velocidad. Y yo no entiendo porqué la gente le tiene tanto miedo a las alturas, si lo que duele no es la caída, sino el golpe, con la realidad. Pero para eso estás tú, para agitar las alas cuando se tuercen las mías, para que no me caiga. Y es que en todos los cuentos hay castillos en el aire de tu risa. Y es que todos tenemos un rascacielos al que aferrarnos cuando el viento ruge muy rápido y nos desestabiliza. Ese es nuestro problema, la prisa. La cárcel. El cielo. ¿Y si en vez de planear tanto voláramos un poco más alto? Al menos lo suficiente para aterrizar en tus manos y despertar en un mundo nuevo.


jueves, 21 de mayo de 2015

Fiera

Para cuando quieras volver,
yo te espero.
Yo sigo aquí,
no me muevo.

Quiero ver la eternidad
siempre contigo,
aunque estés lejos.
Volverás.
Vuelve,
que yo te quiero.
Vuelve.
Siempre es cierto.

El siempre que te prometo
para que recuerdes,
para que nunca se te olvide
que nuestro siempre es verdadero.

Y que cuando quieras volver,
yo te espero,
que yo sigo aquí
y que no me muevo.

P.D: "Para cuando quieras volver"

miércoles, 13 de mayo de 2015

#Microcuento XI

El miedo es libre
y percatado:
solo nos mata
donde más nos duele.
A mí me dueles tú.
Nuestro amor,
quiero decir,
de tanto usarlo.

#Microcuento X

Enséñame a ser fuerte,
ayúdame a ser fuerte.
Ojalá fueras para siempre.
Resiste
al fuego,
a la marea,
a los años,
la tierra
y el aire.
Aguanta, eres fuerte.
Aguanta, yo te quiero.
Aguanta.
No me dejes sin pareja de baile.

domingo, 3 de mayo de 2015

Supermujer

Cincuenta y tres años cumplidos,
ojos azules grisáceos,
esos risueños ojos cansados
que me miran con estrellas de cariño.

Guapa, serena y fuerte,
lejos de convencionalismos y de clases,
es de la clase de las que pueden
conseguirlo todo a base de esforzarse.

Persona, mujer, madre y esposa,
su voz es suave y firme,
como su piel, de terciopelo invisible,
escondida bajo su capa de armadura vencedora.

En las palabras lleva verdad y sueños,
vida, alegría,
dolor y paz,
recuerdos,
historias que contar.
Y sus versos
son las fábulas
con las que cura
esas heridas de mi piel
que en la suya aún son quemaduras.

En sus brazos está la almohada
donde me acuna cuando despierto,
donde siempre encuentro hogar y consuelo.
Vuelvo a ser niña cuando me abraza.

En sus besos con olor a café
aún perviven el sol, la vida y el lucero
con los que me sigue disolviendo
las ganas de morder.

Permanecerla,
retenerla,
eternizarla,
eso quiero.
Parar el tiempo,
que no pase
por ninguna de las dos,
que me sigas cantando esa canción
con la que me espantas el miedo.

Y nada ni nadie pueden romper
tu amor eterno,
ese con el que me quieres
hasta cuando no lo merezco.

Sencilla y especial a la vez,
ojalá pudieses verte como yo te veo,
referente de vida, tesón y esfuerzo.
A amar me enseñaste tú también.

Supermamá, quiero ser
como tú eres, y serás siempre:
supermamá, y ante todo,
supermujer.

miércoles, 29 de abril de 2015

"Cambiemos de régimen"

Somos como el capitalismo,
tenemos siempre periodos de recesión.
Como hijos suyos que somos,
vivimos en una constante decepción
y en una grave crisis
de lo que somos, lo que queremos
lo que tenemos y lo que no.

Vivimos por encima de nuestras posibilidades,
derrochamos el amor
y luego nos pasa
que el corazón se gasta
y no queda visa
ni para una pequeña pensión.

Así que vivimos sin corazón
y solo nos queda mal humor
y un poco de calderilla
por si dicen en las noticias
que vamos un poco mejor
para que se mueva la pasión
y el mercado no se estanque
y deje las arcas vacías.

Y luego la culpa es de la ciudadanía
porque la deuda vuelve a ser grande
y no nos queda ya tanta cárcel
para tanta mentira.

Somos hijos del capitalismo,
vivimos siempre en periodo de recesión,
y en la búsqueda constante de un sistema
que no nos embargue el amor
cada vez que la estratagema
de no encontrar solución
por parte de quienes gobiernan
se les queda un poco pequeña
y nos dicen que nuestro problema
es que malgastamos nuestra posesión.

Y votamos nuevas maneras
para cambiar la situación,
pero no encontramos ninguna buena,

porque la alternativa perfecta
no es invertir en decepciones,
ni desahuciar corazones,
ni expropiar almas sin tierra,

ni pedir prestado a dictaduras de emociones,
ni privatizar las ilusiones,
ni pactar con besos de cualquiera,
ni atentar contra inocentes almas sinceras
o disparar a los que cuestionan el orden.

Nos dicen siempre lo mismo,
como si fuéramos inertes receptores
porque nunca aprendemos la lección:
¡que nos convencen hablando de amor,
pero solo saben hacer guerra!

Y lo único alternativo
a esta crisis de almas en pena
es aprender a amar mejor,
desterrar la egocracia
y estrenar una amarsecracia verdadera.

P.D: En todo estamos condicionados, incluso en la forma de amar...parece que vivimos en una dictadura emocional.

viernes, 17 de abril de 2015

A ti, que te has cansado.

Al verlo
se hizo real.

He sentido viajar sus ojos
por el paisaje del miedo,
tragarse los suspiros,
quedarse sin aliento
y abrazarme
hasta dejar nuestros corazones derretidos.

He sentido el tic-tac de su tiempo
acosándome las horas,
revolviendo mi memoria,
naufragando entre mis olas,
intentando encontrar esa frase
que le arranque el invierno.

He sentido su voz enmudecida,
su alegría apagada:
sonríe casi por compromiso.
Su mente está muy lejos,
junto a su esperanza.
La mía permanece viva,
cosida a su olvido.
Su silencio se me astilla
más que el miedo de verme en su ausencia
y no saber
cómo poder detenerla.

Hoy solo siento la impotencia
de querer parar el miedo,
pero el necio no espera.
Y yo solo le pido al tiempo
que esté de nuestro lado
y le diga al reloj
que se ha confundido de fecha.

P.D: Ojalá todo fuese tan fácil como ponerle el biombo a una flor para protegerla. Enséñame cómo hacerlo, Principito...

"No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños:

Porque cada día es un comienzo nuevo,
porque esta es la hora y el mejor momento.
porque no estás sol@, porque yo te quiero."

M.Benedetti

martes, 17 de marzo de 2015

Soneto I

Tan pronto estás abajo, como arriba;
tu silencio reverbera dentro de mi cabeza:
de ti depende la intensidad de mi tristeza,
y de tu amor el color de mi autoestima.

Una y mil veces juré que yo sería
tu mar en calma, tu pilar, tu fortaleza;
nunca me arrepentiría de haberte hecho esa promesa,
pero a veces es difícil permanecer sin cobardía.

Sé que no hay nadie que se te parezca,
aunque lo buscase jamás lo encontraría:
mi lluvia solo cesa cuando tú estás cerca.

No te gusta mucho mi poesía,
pero sabemos que solo así consigo que tú vuelvas
y derritas el invierno que se  instala en tus pupilas.

domingo, 22 de febrero de 2015

"Por pasar, pasa la vida"

No pasa nada.
Todo en una mirada.
La tuya, clavándose en otros ojos,
otras palabras,
otras manos,
otra guitarra.
No pasa nada,
solo el tiempo en el reloj.

No comprendo nada.
Todo es fácil, menos tú y yo.
Eres como un precipicio
por el que nunca se termina de caer.
Créeme que lo que más duele es el viaje,
créeme, que lo mejor está al final.

Y lo mejor es que no hay final,
solo un principio constante,
y unas ganas de olvidarte
que siempre vuelven a empezar.

Y es que yo no quiero final
si no es un volver a encontrarte
para que vuelvas a inundarme,
pero no con tu silencio,
que ahoga más que un temporal:

Inúndame con las olas
que transportas en la mirada,
inúndame con los besos
que aún nos quedan por quemar.

Inúndame con tu presencia,
o clávame en el fondo del mar,
condéname si quieres
a otro invierno sin tu abrigo.
Me da igual dónde te vayas
y dónde me lleves,
pero prométeme siempre
regresar a estar conmigo.

Tú nunca estás en un puerto fijo:
a veces vas y vienes,
y a veces vienes y vas.
Es solo una cuestión de tiempo.

P.D: y tú no vuelves.

miércoles, 28 de enero de 2015

Microrrelato IV

Al cerrar los ojos volvió a escuchar esa frase rebotando por todos los rincones de su mente.  –Es la única manera- le respondía a su psiquiatra. Apretó los ojos con fuerza y derramó el último gramo de sal, deshaciéndose por sus mejillas. Al abrirlos, después de las luciérnagas que se estrellaban contra su rostro, vio a la enfermera con la  maquinilla en la mano, y ésta le preguntó: -¿está usted listo, señor Pérez? El señor Pérez suspiró profundo y respondió con voz apagada y solemne: -sí. La enfermera comenzó a raparle toda la cabeza, y él se miraba en el espejo con lástima e incomprensión. Por un momento se acordó de él, de su infancia, de cuando le cortaba el pelo su tía, la peluquera, en aquel local de 10 metros cuadrados del pueblo. Se acordó de sus padres, de su hermana, de sus amigos… y tuvo miedo. -¡Pare!- Gritó por fin. -¿Es necesario que me corten todo el pelo de la cabeza?- Preguntó con tristeza el señor Pérez a la enfermera. –Es para facilitarle el trabajo a los médicos- respondió, como quien le arrebata un caramelo a un niño con dolor de tripa, la enfermera. Continuó el sonido taladrante de la maquinilla. Al terminar, la enfermera barrió el pelo del suelo y sentó al señor Pérez en una silla de ruedas. Al verlo cabizbajo y mirando al infinito, insistió –aún puede echarse para atrás, señor Pérez. No tiene por qué hacerlo si no quiere. –Tengo que hacerlo- dijo él, resoplando y aún mirando al suelo. La enfermera dirigió la silla de ruedas del señor Pérez hasta la sala de operaciones, lo tumbó en la camilla y preparó todos los instrumentos. –En seguida vendrá el doctor. Nos vemos en un par de horas- concluyó la enfermera mientras salía de la sala de operaciones.

El señor Pérez miró al techo y se cegó con la luz blanca que le apuntaba. Cuando se repuso miró a su alrededor. Estaba solo. Sobre una camilla fría y estrecha. La sala no era muy grande, y contenía artilugios muy extraños. Había muchos enchufes, máquinas que parecían salidas de una película de ciencia ficción, y al fondo a la izquierda una cristalera desde la que se suponía que alguien veía la operación. Entonces se sintió aún más solo, porque sabía perfectamente que al otro lado de esa cristalera no había nadie. Y así era. El señor Pérez había tomado esa decisión por sí mismo, él solo, sin consultarlo con nadie más. Había dicho que iba a estar de vacaciones, pues ciertamente entró con la maleta en el centro, y es que no sabía cuánto tiempo de recuperación conllevaría tan delicada intervención. Pérez suspiró un par de veces más y lloró. –Al menos esto no va a doler. Va a dejar de doler.- Se convencía a sí mismo.

De repente irrumpió el doctor en la sala y le saludó muy alegremente: –muy buenos días, señor Pérez. ¿Qué le trae por aquí finalmente? No le vi muy convencido en la consulta de hace un par de semanas-, trató de sacarle conversación mientras se ponía los guantes y encendía las máquinas correspondientes. –Bueno, no sé, ya sabe…el dolor se ha vuelto inaguantable. No puedo soportarlo más. Necesito que las cosas cambien, y yo solo no tengo la  fuerza de voluntad...- respondió el señor Pérez, mientras el médico le colocaba alrededor de su cabeza aquella cinta de nailon negra con cuatro solapas que se pegaron como imanes en la calva recién estrenada del señor Pérez.   –Pues no se preocupe, amigo, va a salir de aquí siendo una persona nueva, ya verá- le animó el doctor. –Eso espero- concluyó el señor Pérez. –Muy bien, señor Pérez, pues allá vamos- le advirtió el doctor –cierre los ojos. 

Pérez cerró los ojos y comenzaron las descargas. De pronto, como en un escalofrío, volvió a recorrer su mente aquella frase de su psiquiatra: -¿si pudiera, borraría de su mente todos esos recuerdos?- y su respuesta firme: -sin lugar a dudas.- Luego visualizó la imagen de su madre, de su padre, de su tía, de su hermana, sus amigos, sus compañeros del trabajo… -¿qué estás haciendo?,      -¿de verdad quieres olvidarte de todo, absolutamente de todo…?-. Comenzaba a oler a quemado, las figuras de su mente se distorsionaban. Un ruido de taladradora multiplicado por 100, más dos veces el de la maquinilla se clavaban en sus tímpanos. Las imágenes seguían fluyendo por su mente. Expirando por su mente, como si de un desagüe se tratara. Por un momento dudó. Pero luego recordó aquella canción que sonaba durante la fiesta de homenaje por la publicación de su primera novela, y, de repente, el momento clave…cuando la conoció. Recordó su cama, su cuarto a medio arreglar, el golpe de éxtasis que llevaba clavado en la mirada, el movimiento de su cuerpo al caminar. La noche bajo las estrellas, los versos que le recitó, el Martini de las diez de la mañana, la primera vez que la vio. La primera discusión, la primera reconciliación. La primera decepción. La primera vez que despertó y no la encontró. La primera vez de todo, que poco a poco se iba disolviendo y uniendo a la masa de recuerdos que se fundían con cada descarga en cada rincón de su mente.

Y también cuando finalmente le dejó: -no eres suficiente…. –he encontrado a alguien mejor… -no soy buena para ti…   -nuestra relación es autodestructiva… -tienes que olvidarte de mí… De repente apareció, mirándole fijamente a los ojos, clavándole las estrellas con las que aquel día le cegó. -¿Vas a olvidarte de mí?- le  preguntaba con descaro aquel recuerdo vago de aquella chica con el pelo largo, la sonrisa cautiva y actitud de rock and roll. -¿De verdad vas a borrarme de tu cabeza?-

De pronto se dio cuenta de que la máquina había parado de taladrarle por un momento. Aún permanecía el olor a quemado, y el señor Pérez estaba absolutamente aturdido, con los ojos entreabiertos y el cuero cabelludo completamente achicharrado. Se fue el humo y una figura se perfiló. Ella estaba ahí, en la sala de operaciones. Mientras avanzaba lenta y acompasadamente, con esas maneras tan características de siempre, hacia la camilla, el médico, al no poder pararla, gritaba histérico: -¿pero se puede saber qué hace señorita? ¿Se da cuenta de que ha interrumpido una operación sumamente delicada e importante? ¿Sabe usted el riesgo en que está poniendo al paciente? ¡Márchese, tenemos que terminar la intervención o las consecuencias podrían ser inhumanas! -. Alterado, el médico salió de la sala a buscar ayuda. Ella se acercó al señor Pérez, repitiendo su pregunta, con los ojos oceánicos de tanto llorar: -¿de verdad vas a borrarme de tu vida, de todos tus recuerdos?- El señor Pérez estaba anonadado, y la miró con desconcierto.

Ella le mostró el papel de propaganda del centro con la hora de la cita. –Volví al apartamento a recoger un par de libros y lo vi sobre tu mesilla.- Le explicó. -No puedo creerme que vayas a hacer esto.- dijo acariciando suavemente su cara. El señor Pérez comenzó a llorar y abrazó esa mano posada sobre su pálida y fría tez, pero en seguida entraron un par de seguratas en la sala y se llevaron a la chica. Pérez veía cómo se marchaba y ella le susurró: -no lo hagas. El médico regresó a la sala y retomando la operación comentó: -disculpe las molestias ocasionadas. No solemos tener este tipo de inconvenientes. ¿La conocía? ¿Quién era ella?- y el señor Pérez, con una tristeza inexplicable y un cierto tono de desgana, respondió: -no lo sé

martes, 20 de enero de 2015

Mi canción desesperada

Hoy es 20 de enero
y el frío se ha instalado en mis huesos
igual que la soledad,
que deja nieve en recovecos
donde el sol no se atreve a asomarse
para derretirla,
donde el olvido se resiste
y nunca olvida
todas esas cosas que salen mal.

Cuando deje de llover
y empiece a nevar,
cuando deje de pensarte
y existas de verdad,
cuando el sol vuelva a calentar
y deje de recordarte
como un pasado insuperable,
y deje en tu orilla el barco varado
y empiece a caminar...

Quizá entonces la soledad caiga rendida
y la tristeza deje su crónica vacía,
y tu ausencia se parezca a esos sueños
de los que uno solo recuerda el despertar.

Quizá entonces, y solo entonces, quizá.
Pero de momento, y solo por el momento,
ojalá...

viernes, 16 de enero de 2015

Enero

Recuerdo cuando aún
nevaba en nuestro invierno.
La nieve era
nuestro chaleco reflectante
de la señal de
'abrázame,
que tengo frío'.

Esta noche he vuelto
a soñar contigo,
a delirar
en uno de nuestros
choques fortuitos,
en los que nos encontrábamos
como si nos hubieramos estado buscando
toda la vida.

Y he vuelto a soñar
con mi barco varado
a la orilla de tu orgullo,
y he vuelto a recordar
la última vez que nos vimos,
y la primera vez en que al rozarme
cambiaste mi rumbo.

Y esta noche
enero ha vuelto a nevar,
y nos ha traído el invierno
que aún no termina de calar,
y se le acaba el tiempo.
Igual que a mí
los versos.

Supongo que es solo
que te echo de menos,
y que tengo el frío lleno
de ganas de verte,
de miedo de verte,
de necesidad de verte.

Y yo
no estoy ni bien,
ni mal.
Pero estoy sin ti,
y esa es la peor
forma de estar.

miércoles, 14 de enero de 2015

martes, 13 de enero de 2015

#Microcuento VI

Ya huele a primavera
y aún no hemos pasado por el invierno.
¿Será verdad eso de que le hemos declarado el frío y vamos ganando?
No sé si estoy preparada para librar esta batalla...

lunes, 12 de enero de 2015

José Agustín Goytisolo

Hoy os presento a un nuevo poeta, quizá de los menos conocidos entre nuestras más célebres figuras de la literatura española; pero sin duda uno de esos célebres aunque silenciosos. Hablo de José Agustín Goytisolo, poeta nacido en Barcelona en 1928, procedente de una familia burguesa e hispano-hablante que sufrió la pronta pérdida de su madre, Julia Gay, víctima de un bombardeo franquista que asoló la ciudad en 1938. Este acontecimiento sin duda marcó la vida y la poesía de José Agustín de una forma muy profunda, de hecho su primer libro, Elegías a Julia Gay, reúne todos los poemas de tema materno, haciéndole un homenaje que nos recuerda mucho a las "Coplas a la muerte de su padre" de Jorge Manrique.

Empezó a estudiar Derecho en la Universidad de Barcelona, y culmina los estudios en la de Madrid, viviendo en el Colegio Mayor de Nuestra Señora de Guadalupe, donde conoció a otros poetas de la Generación que vivían entonces en Madrid, como José Ángel Valente o José Manuel Caballero Bonald; una Generación de grandes poetas y novelistas como  Gil de Biedma, García Hortelano o Martín Gaite, entre otros, comprometidos contra la dictadura franquista; con el comunismo, pero también terriblemente comprometidos con la vida nocturna, bebedores, bohemios, liberales todos ellos, muy ajenos al academicismo.

Tras el éxito de su primera publicación, Goytisolo se convierte en el poeta más famoso del grupo. Ganó numerosos premios y publicó una gran cantidad de obras, entre las que destaca, por ejemplo, Salmos al viento. Como todo poeta, y tras reunir toda su obra en su publicación Años decisivos, entra en una grave crisis creativa, de la que sale con Algo sucede en el 68, obra con la que reivindica la validez de la poesía social como arma política y la poesía como conocimiento, no como comunicación. Además de su labor como poeta, tuvo una importante tarea como traductor de poesía del italiano o el catalán al español.

Goytisolo fue un hombre que se tomó la vida como libertad y como exceso, se dejó llevar por vicios como el alcohol y el tabaco; y con una inestabilidad emocional casi intrínseca a su personalidad que le llevó a sufrir en la última parte de su vida numerosas depresiones. Su trágica muerte sigue siendo a día de hoy una pregunta abierta, pues muchas fuentes afirman que se trató de un suicidio, al mismo tiempo que otras confirman que cayó al vacío desde la ventana de su casa intentando arreglar una persiana que se había quedado atascada.

Y la mejor manera de acercarse a un autor es a través de su obra, así que os presento a José Agustín Goytisolo con uno de sus poemas, el más conocido y uno de los más venerados en nuestra literatura, y que también ha sido interpretado con música por artistas como Paco Ibáñez y Los Suaves:

Palabras para Julia

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja

como un aullido interminable.

Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres

que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola

tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto

que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí

pensando en ti como ahora pienso.

La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares

tendrás amigos, tendrás amor.

Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno

son como polvo, no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras

pienso también en otra gente.

Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida

tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría

tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí

pensando en ti

como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas

no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares

tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es

será todo tu patrimonio.

Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende

que yo aún estoy en el camino.

Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí

pensando en ti como ahora pienso.

domingo, 4 de enero de 2015

Mario Benedetti

Al primer autor al que quiero presentaros en esta sección de Literatura para la vida, es Mario Benedetti, uno de los autores latinoamericanos más influyentes en la poesía y literatura universal. Uno de los grandes.

Mario Benedetti fue un poeta y escritor uruguayo, nacido en Paso de los Toros (Tacuarembó, Uruguay) el 14 de septiembre de 1920, en el seno de una familia con raíces italianas. Perteneció a la Generación del 45, un movimiento social, político y cultural que aglutinó a una serie de artistas uruguayos, desde pintores o músicos hasta escritores, en torno a un nuevo clima de arte que fundó la identidad intelectual uruguaya contemporánea. 
La vida de Benedetti siempre había estado vinculada al mundo de los números y la contabilidad, y la mayoría de sus trabajos estuvieron dedicados a esos ámbitos hasta que, en torno a 1939, en un viaje a Buenos Aires y leyendo a Baldomero Fernández Moreno, descubrió su vocación de poeta, y desde 1945 –fecha de su primera obra publicada, La víspera indeleble- hasta el final de su vida se dedicó a la poesía y a la redacción en revistas y periódicos, destacando su actividad en el diario La Mañana y en la revista Peloduro

Benedetti también estuvo muy comprometido con la política, afín al grupo de intelectuales que apoyaron la Revolución Cubana y más adelante incluso lideró el Movimiento de los Independientes del 26 de Marzo en Uruguay (que luego integraría el Frente Amplio); lo cual se reflejó en su escritura. Por motivo de esta participación política, tras el golpe de estado del 27 de junio de 1973 tuvo que renunciar a su cargo en la Universidad y exiliarse, residiendo en Argentina, Cuba, Perú o España. A este periodo de su exilio, que decidió tomarse como un aprendizaje y no como un castigo, el propio Benedetti lo llamó desexilio: una experiencia con huellas tan profundas en lo vital como en lo literario

Regresa a Uruguay en 1983 y continúa allí su labor como poeta, publicando numerosas obras, parte de ellas compuestas durante su exilio; además de alternar su residencia en Uruguay con su residencia en España. Su vida termina el 17 de mayo de 2009 en Montevideo. Entre sus poemas más famosos destacan fundamentalmente cuatro esenciales: Viceversa, No te rindas, Táctica y Estrategia Corazón Coraza.


De la poesía de Benedetti lo primero a destacar es la simpleza de su sintaxis, el empleo de antítesis, el juego de dos ideas adversas siempre en ‘guerra’, la repetición, paronomasias, anáforas y paralelismos, metáforas…pero destaca su dosis de realidad en el lenguaje, unas expresiones populares, de fácil entendimiento y hasta en ocasiones grotescas o vulgares. Sus estructuras no son muy complejas, destaca la poesía libre de rima y métrica, aunque encontramos entre su obra algún soneto. 

Podría clasificarse a la poesía de Benedetti, como una poesía visceral, de dentro, pero que conserva la atmósfera de la poesía clásica o tradicional, aún la última esencia de la poesía original; pues al fin  y al cabo sus raíces parten de ella. Además de su escritura, es digno de mencionar a Benedetti como uno de los mejores poetas de recital, pues tenía una gran capacidad para recitar poesía e interpretarla; con una voz suave y dulce, al mismo tiempo que profunda. A continuación y para finalizar esta entrada, otro ejemplo de su talento como orador de poesía recitando uno de sus mejores poemas, mi favorito: La culpa es de uno.