miércoles, 28 de enero de 2015

Microrrelato IV

Al cerrar los ojos volvió a escuchar esa frase rebotando por todos los rincones de su mente.  –Es la única manera- le respondía a su psiquiatra. Apretó los ojos con fuerza y derramó el último gramo de sal, deshaciéndose por sus mejillas. Al abrirlos, después de las luciérnagas que se estrellaban contra su rostro, vio a la enfermera con la  maquinilla en la mano, y ésta le preguntó: -¿está usted listo, señor Pérez? El señor Pérez suspiró profundo y respondió con voz apagada y solemne: -sí. La enfermera comenzó a raparle toda la cabeza, y él se miraba en el espejo con lástima e incomprensión. Por un momento se acordó de él, de su infancia, de cuando le cortaba el pelo su tía, la peluquera, en aquel local de 10 metros cuadrados del pueblo. Se acordó de sus padres, de su hermana, de sus amigos… y tuvo miedo. -¡Pare!- Gritó por fin. -¿Es necesario que me corten todo el pelo de la cabeza?- Preguntó con tristeza el señor Pérez a la enfermera. –Es para facilitarle el trabajo a los médicos- respondió, como quien le arrebata un caramelo a un niño con dolor de tripa, la enfermera. Continuó el sonido taladrante de la maquinilla. Al terminar, la enfermera barrió el pelo del suelo y sentó al señor Pérez en una silla de ruedas. Al verlo cabizbajo y mirando al infinito, insistió –aún puede echarse para atrás, señor Pérez. No tiene por qué hacerlo si no quiere. –Tengo que hacerlo- dijo él, resoplando y aún mirando al suelo. La enfermera dirigió la silla de ruedas del señor Pérez hasta la sala de operaciones, lo tumbó en la camilla y preparó todos los instrumentos. –En seguida vendrá el doctor. Nos vemos en un par de horas- concluyó la enfermera mientras salía de la sala de operaciones.

El señor Pérez miró al techo y se cegó con la luz blanca que le apuntaba. Cuando se repuso miró a su alrededor. Estaba solo. Sobre una camilla fría y estrecha. La sala no era muy grande, y contenía artilugios muy extraños. Había muchos enchufes, máquinas que parecían salidas de una película de ciencia ficción, y al fondo a la izquierda una cristalera desde la que se suponía que alguien veía la operación. Entonces se sintió aún más solo, porque sabía perfectamente que al otro lado de esa cristalera no había nadie. Y así era. El señor Pérez había tomado esa decisión por sí mismo, él solo, sin consultarlo con nadie más. Había dicho que iba a estar de vacaciones, pues ciertamente entró con la maleta en el centro, y es que no sabía cuánto tiempo de recuperación conllevaría tan delicada intervención. Pérez suspiró un par de veces más y lloró. –Al menos esto no va a doler. Va a dejar de doler.- Se convencía a sí mismo.

De repente irrumpió el doctor en la sala y le saludó muy alegremente: –muy buenos días, señor Pérez. ¿Qué le trae por aquí finalmente? No le vi muy convencido en la consulta de hace un par de semanas-, trató de sacarle conversación mientras se ponía los guantes y encendía las máquinas correspondientes. –Bueno, no sé, ya sabe…el dolor se ha vuelto inaguantable. No puedo soportarlo más. Necesito que las cosas cambien, y yo solo no tengo la  fuerza de voluntad...- respondió el señor Pérez, mientras el médico le colocaba alrededor de su cabeza aquella cinta de nailon negra con cuatro solapas que se pegaron como imanes en la calva recién estrenada del señor Pérez.   –Pues no se preocupe, amigo, va a salir de aquí siendo una persona nueva, ya verá- le animó el doctor. –Eso espero- concluyó el señor Pérez. –Muy bien, señor Pérez, pues allá vamos- le advirtió el doctor –cierre los ojos. 

Pérez cerró los ojos y comenzaron las descargas. De pronto, como en un escalofrío, volvió a recorrer su mente aquella frase de su psiquiatra: -¿si pudiera, borraría de su mente todos esos recuerdos?- y su respuesta firme: -sin lugar a dudas.- Luego visualizó la imagen de su madre, de su padre, de su tía, de su hermana, sus amigos, sus compañeros del trabajo… -¿qué estás haciendo?,      -¿de verdad quieres olvidarte de todo, absolutamente de todo…?-. Comenzaba a oler a quemado, las figuras de su mente se distorsionaban. Un ruido de taladradora multiplicado por 100, más dos veces el de la maquinilla se clavaban en sus tímpanos. Las imágenes seguían fluyendo por su mente. Expirando por su mente, como si de un desagüe se tratara. Por un momento dudó. Pero luego recordó aquella canción que sonaba durante la fiesta de homenaje por la publicación de su primera novela, y, de repente, el momento clave…cuando la conoció. Recordó su cama, su cuarto a medio arreglar, el golpe de éxtasis que llevaba clavado en la mirada, el movimiento de su cuerpo al caminar. La noche bajo las estrellas, los versos que le recitó, el Martini de las diez de la mañana, la primera vez que la vio. La primera discusión, la primera reconciliación. La primera decepción. La primera vez que despertó y no la encontró. La primera vez de todo, que poco a poco se iba disolviendo y uniendo a la masa de recuerdos que se fundían con cada descarga en cada rincón de su mente.

Y también cuando finalmente le dejó: -no eres suficiente…. –he encontrado a alguien mejor… -no soy buena para ti…   -nuestra relación es autodestructiva… -tienes que olvidarte de mí… De repente apareció, mirándole fijamente a los ojos, clavándole las estrellas con las que aquel día le cegó. -¿Vas a olvidarte de mí?- le  preguntaba con descaro aquel recuerdo vago de aquella chica con el pelo largo, la sonrisa cautiva y actitud de rock and roll. -¿De verdad vas a borrarme de tu cabeza?-

De pronto se dio cuenta de que la máquina había parado de taladrarle por un momento. Aún permanecía el olor a quemado, y el señor Pérez estaba absolutamente aturdido, con los ojos entreabiertos y el cuero cabelludo completamente achicharrado. Se fue el humo y una figura se perfiló. Ella estaba ahí, en la sala de operaciones. Mientras avanzaba lenta y acompasadamente, con esas maneras tan características de siempre, hacia la camilla, el médico, al no poder pararla, gritaba histérico: -¿pero se puede saber qué hace señorita? ¿Se da cuenta de que ha interrumpido una operación sumamente delicada e importante? ¿Sabe usted el riesgo en que está poniendo al paciente? ¡Márchese, tenemos que terminar la intervención o las consecuencias podrían ser inhumanas! -. Alterado, el médico salió de la sala a buscar ayuda. Ella se acercó al señor Pérez, repitiendo su pregunta, con los ojos oceánicos de tanto llorar: -¿de verdad vas a borrarme de tu vida, de todos tus recuerdos?- El señor Pérez estaba anonadado, y la miró con desconcierto.

Ella le mostró el papel de propaganda del centro con la hora de la cita. –Volví al apartamento a recoger un par de libros y lo vi sobre tu mesilla.- Le explicó. -No puedo creerme que vayas a hacer esto.- dijo acariciando suavemente su cara. El señor Pérez comenzó a llorar y abrazó esa mano posada sobre su pálida y fría tez, pero en seguida entraron un par de seguratas en la sala y se llevaron a la chica. Pérez veía cómo se marchaba y ella le susurró: -no lo hagas. El médico regresó a la sala y retomando la operación comentó: -disculpe las molestias ocasionadas. No solemos tener este tipo de inconvenientes. ¿La conocía? ¿Quién era ella?- y el señor Pérez, con una tristeza inexplicable y un cierto tono de desgana, respondió: -no lo sé

martes, 20 de enero de 2015

Mi canción desesperada

Hoy es 20 de enero
y el frío se ha instalado en mis huesos
igual que la soledad,
que deja nieve en recovecos
donde el sol no se atreve a asomarse
para derretirla,
donde el olvido se resiste
y nunca olvida
todas esas cosas que salen mal.

Cuando deje de llover
y empiece a nevar,
cuando deje de pensarte
y existas de verdad,
cuando el sol vuelva a calentar
y deje de recordarte
como un pasado insuperable,
y deje en tu orilla el barco varado
y empiece a caminar...

Quizá entonces la soledad caiga rendida
y la tristeza deje su crónica vacía,
y tu ausencia se parezca a esos sueños
de los que uno solo recuerda el despertar.

Quizá entonces, y solo entonces, quizá.
Pero de momento, y solo por el momento,
ojalá...

viernes, 16 de enero de 2015

Enero

Recuerdo cuando aún
nevaba en nuestro invierno.
La nieve era
nuestro chaleco reflectante
de la señal de
'abrázame,
que tengo frío'.

Esta noche he vuelto
a soñar contigo,
a delirar
en uno de nuestros
choques fortuitos,
en los que nos encontrábamos
como si nos hubieramos estado buscando
toda la vida.

Y he vuelto a soñar
con mi barco varado
a la orilla de tu orgullo,
y he vuelto a recordar
la última vez que nos vimos,
y la primera vez en que al rozarme
cambiaste mi rumbo.

Y esta noche
enero ha vuelto a nevar,
y nos ha traído el invierno
que aún no termina de calar,
y se le acaba el tiempo.
Igual que a mí
los versos.

Supongo que es solo
que te echo de menos,
y que tengo el frío lleno
de ganas de verte,
de miedo de verte,
de necesidad de verte.

Y yo
no estoy ni bien,
ni mal.
Pero estoy sin ti,
y esa es la peor
forma de estar.

miércoles, 14 de enero de 2015

martes, 13 de enero de 2015

#Microcuento VI

Ya huele a primavera
y aún no hemos pasado por el invierno.
¿Será verdad eso de que le hemos declarado el frío y vamos ganando?
No sé si estoy preparada para librar esta batalla...

lunes, 12 de enero de 2015

José Agustín Goytisolo

Hoy os presento a un nuevo poeta, quizá de los menos conocidos entre nuestras más célebres figuras de la literatura española; pero sin duda uno de esos célebres aunque silenciosos. Hablo de José Agustín Goytisolo, poeta nacido en Barcelona en 1928, procedente de una familia burguesa e hispano-hablante que sufrió la pronta pérdida de su madre, Julia Gay, víctima de un bombardeo franquista que asoló la ciudad en 1938. Este acontecimiento sin duda marcó la vida y la poesía de José Agustín de una forma muy profunda, de hecho su primer libro, Elegías a Julia Gay, reúne todos los poemas de tema materno, haciéndole un homenaje que nos recuerda mucho a las "Coplas a la muerte de su padre" de Jorge Manrique.

Empezó a estudiar Derecho en la Universidad de Barcelona, y culmina los estudios en la de Madrid, viviendo en el Colegio Mayor de Nuestra Señora de Guadalupe, donde conoció a otros poetas de la Generación que vivían entonces en Madrid, como José Ángel Valente o José Manuel Caballero Bonald; una Generación de grandes poetas y novelistas como  Gil de Biedma, García Hortelano o Martín Gaite, entre otros, comprometidos contra la dictadura franquista; con el comunismo, pero también terriblemente comprometidos con la vida nocturna, bebedores, bohemios, liberales todos ellos, muy ajenos al academicismo.

Tras el éxito de su primera publicación, Goytisolo se convierte en el poeta más famoso del grupo. Ganó numerosos premios y publicó una gran cantidad de obras, entre las que destaca, por ejemplo, Salmos al viento. Como todo poeta, y tras reunir toda su obra en su publicación Años decisivos, entra en una grave crisis creativa, de la que sale con Algo sucede en el 68, obra con la que reivindica la validez de la poesía social como arma política y la poesía como conocimiento, no como comunicación. Además de su labor como poeta, tuvo una importante tarea como traductor de poesía del italiano o el catalán al español.

Goytisolo fue un hombre que se tomó la vida como libertad y como exceso, se dejó llevar por vicios como el alcohol y el tabaco; y con una inestabilidad emocional casi intrínseca a su personalidad que le llevó a sufrir en la última parte de su vida numerosas depresiones. Su trágica muerte sigue siendo a día de hoy una pregunta abierta, pues muchas fuentes afirman que se trató de un suicidio, al mismo tiempo que otras confirman que cayó al vacío desde la ventana de su casa intentando arreglar una persiana que se había quedado atascada.

Y la mejor manera de acercarse a un autor es a través de su obra, así que os presento a José Agustín Goytisolo con uno de sus poemas, el más conocido y uno de los más venerados en nuestra literatura, y que también ha sido interpretado con música por artistas como Paco Ibáñez y Los Suaves:

Palabras para Julia

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja

como un aullido interminable.

Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres

que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola

tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto

que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí

pensando en ti como ahora pienso.

La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares

tendrás amigos, tendrás amor.

Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno

son como polvo, no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras

pienso también en otra gente.

Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida

tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría

tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí

pensando en ti

como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas

no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares

tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es

será todo tu patrimonio.

Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende

que yo aún estoy en el camino.

Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí

pensando en ti como ahora pienso.

domingo, 4 de enero de 2015

Mario Benedetti

Al primer autor al que quiero presentaros en esta sección de Literatura para la vida, es Mario Benedetti, uno de los autores latinoamericanos más influyentes en la poesía y literatura universal. Uno de los grandes.

Mario Benedetti fue un poeta y escritor uruguayo, nacido en Paso de los Toros (Tacuarembó, Uruguay) el 14 de septiembre de 1920, en el seno de una familia con raíces italianas. Perteneció a la Generación del 45, un movimiento social, político y cultural que aglutinó a una serie de artistas uruguayos, desde pintores o músicos hasta escritores, en torno a un nuevo clima de arte que fundó la identidad intelectual uruguaya contemporánea. 
La vida de Benedetti siempre había estado vinculada al mundo de los números y la contabilidad, y la mayoría de sus trabajos estuvieron dedicados a esos ámbitos hasta que, en torno a 1939, en un viaje a Buenos Aires y leyendo a Baldomero Fernández Moreno, descubrió su vocación de poeta, y desde 1945 –fecha de su primera obra publicada, La víspera indeleble- hasta el final de su vida se dedicó a la poesía y a la redacción en revistas y periódicos, destacando su actividad en el diario La Mañana y en la revista Peloduro

Benedetti también estuvo muy comprometido con la política, afín al grupo de intelectuales que apoyaron la Revolución Cubana y más adelante incluso lideró el Movimiento de los Independientes del 26 de Marzo en Uruguay (que luego integraría el Frente Amplio); lo cual se reflejó en su escritura. Por motivo de esta participación política, tras el golpe de estado del 27 de junio de 1973 tuvo que renunciar a su cargo en la Universidad y exiliarse, residiendo en Argentina, Cuba, Perú o España. A este periodo de su exilio, que decidió tomarse como un aprendizaje y no como un castigo, el propio Benedetti lo llamó desexilio: una experiencia con huellas tan profundas en lo vital como en lo literario

Regresa a Uruguay en 1983 y continúa allí su labor como poeta, publicando numerosas obras, parte de ellas compuestas durante su exilio; además de alternar su residencia en Uruguay con su residencia en España. Su vida termina el 17 de mayo de 2009 en Montevideo. Entre sus poemas más famosos destacan fundamentalmente cuatro esenciales: Viceversa, No te rindas, Táctica y Estrategia Corazón Coraza.


De la poesía de Benedetti lo primero a destacar es la simpleza de su sintaxis, el empleo de antítesis, el juego de dos ideas adversas siempre en ‘guerra’, la repetición, paronomasias, anáforas y paralelismos, metáforas…pero destaca su dosis de realidad en el lenguaje, unas expresiones populares, de fácil entendimiento y hasta en ocasiones grotescas o vulgares. Sus estructuras no son muy complejas, destaca la poesía libre de rima y métrica, aunque encontramos entre su obra algún soneto. 

Podría clasificarse a la poesía de Benedetti, como una poesía visceral, de dentro, pero que conserva la atmósfera de la poesía clásica o tradicional, aún la última esencia de la poesía original; pues al fin  y al cabo sus raíces parten de ella. Además de su escritura, es digno de mencionar a Benedetti como uno de los mejores poetas de recital, pues tenía una gran capacidad para recitar poesía e interpretarla; con una voz suave y dulce, al mismo tiempo que profunda. A continuación y para finalizar esta entrada, otro ejemplo de su talento como orador de poesía recitando uno de sus mejores poemas, mi favorito: La culpa es de uno.