jueves, 29 de agosto de 2013

Y solo sé que...

Hacía frío
y llegabas tarde,
lo cual me hizo pensar
que no tenías prisa.
No me equivoqué.
Llegaste y me abrazaste.
Hacía calor.
No sé cómo lo haces.
Viniste con tu para nada habitual semblante serio,
que quizá desvelaba tristeza y miedo,
y divagamos acerca de todo,
menos de lo que teníamos que decir.
Me miraste,
y yo te esquivé la mirada,
como siempre.
Y es que con solo una mirada
puedes desarmarme.
Y nada más temo.
Entonces agaché la cabeza,
y me besaste la nuca,
y el cuello,
y las entrañas.
Supe que nos lo habíamos dicho todo.
Pero por si alguna duda quedaba,
rompiste el silencio:
-Te quiero.
Y todo volvió a girar de nuevo.
Y yo...
Yo no sé cómo lo haces...

lunes, 26 de agosto de 2013

Oda a un beso con asuntos pendientes.

Se hizo el silencio.
Él la beso.
Ella le besó.
Ambos se besaron.
Se dieron uno de esos besos cortos, lentos y con pasión retenida,
reprimiendo la inevitable conexión de dos que ya se han amado antes.
Se dieron uno de esos besos con previo suspiro y pausa,
y con estrellas en la mirada.
Uno de esos besos que dejan ver la trascendencia que tendría
si no existiese el miedo. O la distancia.
Una perfecta conexión retenida  y condenada
a un único beso,
con la intención de ser frío, pero más cálido que nunca.
Un beso de película.
Un beso lleno de magia y tristeza al mismo tiempo,
que revelaba al fin y al cabo el sentido real de la vida:
tristeza y magia...
y miedo. Siempre el miedo.