sábado, 28 de diciembre de 2013

Pseudopoesía

Que de un hola y un adiós y viceversa
multiplicado por las doce veces que pestañeo por segundo
cuando me miras a los ojos,
para que no se me escapen las estrellas que me produces
y cieguen tus pupilas de purpurina;
se cosieron el roto y el descosido
que a tontas y a locas se pelean y desean
construyendo esas dos mitades
que, unidas, evocan eso que solía llamar corazón,
que se acelera cuando te acercas
y se dilata cuando te marchas.

Que de ese tiro, y aflojo,
te miro y luego me escondo,
y de esa costumbre
de escupirnos con tirachinas las caricias,
esta boca inquieta
ha quedado sometida
a la toxina de tu saliva,
que derrite mi aliento y lo contamina.

Que de tus palabras siempre bien construidas,
tu risa que se escapa por tus débiles mejillas
y tus párpados perplejos ,
que esconden con vergüenza el reflejo de tu alegría,
-porque siempre he sabido cómo hacerte feliz-
permanece viva en mí esa necesidad inmensa
de estar siempre cerca de ti;
con la eterna y perfecta excusa
de creer que te quiero, y que me quieres.
Porque creerlo siempre ha sido suficiente.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Y entonces...llegó diciembre.

Yo te miré
y tú cerraste los ojos.
Fue como si cerrases las puertas de tu alma,
y yo ya no sabía a qué puerta llamar
para poder pasar.
Nada me hiere más
que el que te escondas
tras esos párpados grises
y que no me dejes entrar en ti.
Y que cierres los ojos
y te creas inaccesible.
Porque no te das cuenta
de que entonces aprenderé a leer tus párpados,
como un día aprendí también
a leer tus ojos encandilados,
que hoy permanecen tan apáticos y sellados.
Porque siempre encontraré la manera de llegar a ti.
Porque ya ha llegado diciembre
y necesito que me mires
como hace no mucho tiempo lo hacías.
Que me mires sin miedo a lo que nuestros ojos digan,
sin miedo a que nieve.
Porque ya es diciembre, y yo solo le pido al frío
que no te lleve lejos,
y que no te olvides de quererme.
Y que te quedes.
En mi mes favorito,
en mi fulgor somnoliento,
en la niñez de mi "siempre".
Solo te pido que te quedes.
Y que no cierres los ojos,
que no me niegues.
Y que te quedes conmigo.
Porque ya es diciembre.
Y diciembre sin ti es solo frío.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

#Microcuento I

Y ese frío teléfono escuchó las risas más cálidas jamás recordadas.
Ella miraba al infinito con estrellas en los ojos y una sonrisa desenfrenada.
Él mandaba con su voz su corazón para abrazarla hasta que regresara.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

"No hay peros que valgan"

Yo nunca diría no,
y puede que tú nunca que sí.
Pero esa eterna rebeldía
de perseguirnos cada día
con el ansia de encontrarnos,
que no llega.
Pero esas ganas de callarte
con un beso como bala y
herida de guerra.
Pero esas estrellas en tu mirada,
rimando con tu cómplice sonrisa traviesa.
Pero esos enfados
tan “te querría aún más, si se pudiera”.
Pero yo dije no,
y tú que sí.
Pero yo ahora sí,
y tú ya no.
Pero ahora ya ninguno de los dos.
O puede que sí,
y que nunca no.

martes, 12 de noviembre de 2013

Espejo

Ni llueve,
ni hace frío
para ser cualquier día de noviembre.
Ella me está mirando,
y yo hace varias horas
que naufrago en sus ojos
intentando averiguar qué ha ocurrido en su mirada
para quedarse tiritando.
Es probable que tome sus manos,
le sonría
y le de un intenso beso en la mejilla;
y que ella se sonroje, y también sonría
apartando la vista.
No quiere mirarme, ni que la mire;
porque sabe que podría poner palabra
a la tristeza con que mira hacia la nada.
Y sabe que me muero por abrazarla,
pero ella no quiere regalarme uno
de sus abrazos, que son mis favoritos,
porque sabe lo que ocurre
cuando se aproximan dos almas
tan estrechamente conectadas:
se quedarán pegadas;
y puede que su fuego se deshiele
por los senos de su cara,
porque sabe que no me lo puede ocultar;
y que en mí podría encontrar
todo el calor y el amor
que probablemente necesita,
si se dejara...
Pero su orgullo es firme
y en seguida se aleja,
y pierde de nuevo su mirada
en esa inmensa nada
en la que ahora yo también naufrago
intentando alcanzarla.

P.D: a esas personas con las que hablamos a veces sin decir nada, que tanto conoces y te conocen, y cuya tristeza nos resulta aun más honda que la nuestra. Porque somos mutuamente imprescindibles. 

sábado, 9 de noviembre de 2013

Microrrelato III

“Querida Amapola:

Me llamo Redondito, y creo que no puedo vivir sin ti.” -¡No, no; eso no! Y volvió a arrugar la hoja seca sobre la que escribía. Era el quinto intento de escribir una declaración de amor. Se llamaba Redondito, era muy bajito, rechoncho, vestía un peto de cuerpo entero, tenía la nariz grande  y cara de pocos amigos. Como todos los duendes, Redondito tenía un don, pero todavía no había averiguado cual. Lo andaba buscando desde que era bien pequeño, casi el mismo tiempo que lleva enamorado de Amapola, el hada encargada de sembrar la primavera en su época correcta. No, no, su don no es el de enamorarse. Como podéis apreciar, tampoco lo es el de escribir. El duende Redondito pasaba todo el día buscando su don, lo había probado todo: el agua, la fuerza, la alegría, la suerte, el amor…pero nada. No aparecía por ningún sitio. Así que mientras encontraba su don, se dedicaba a ayudar a sus demás compañeros con los suyos, desde transportar los copos de nieve de las nubes al suelo a liberar a algún animal que se quedaba atrapado en algún cepo, desde componer las melodías que susurraban los pájaros, a devolver la alegría y la estabilidad a los hombres. Redondito era tan servicial y bueno que hasta parecía un ángel; y no le importaba perder su tiempo de búsqueda por ayudar a sus amigos. Era tan pequeño y tenía un corazón tan grande que todo él era corazón. Pero pasaba el tiempo y él seguía sin encontrar su don y seguía cada día más enamorado de Amapola. Se dedicaba a mirarla de lejos, sin decir nada, porque creía que ella era demasiado hermosa y que nunca se fijaría en él, además él no poseía ningún don, por lo tanto no tenía nada que ofrecerle. Y cuando Amapola se acercaba a saludarle, él se ponía tan rojo como la flor que daba nombre a su amada y se iba corriendo sin decir nada. Una de las veces que salió corriendo se encontró con el duende encargado de la estación del frío, y Redondito le contó su problema. El duende del frío le sugirió que quizá el problema fuese que estar enamorado de Amapola le despistaba tanto que por eso no encontraba su don; así que Redondito se propuso no volver a salir de su hogar hasta que encontrase su don. Así pasaba el tiempo, y el don de Redondito no aparecía por ningún sitio, y se desesperó tanto que llegó a pensar que no tenía ninguno, y cada vez se sentía más triste y apagado, pues por lo visto a los duendes lo que les mantiene con energía es saber que son útiles para algo, el llevar su don a cabo; y si redondito no tenía don, no tenía energías ni para salir de su cama. Al poco tiempo sus amigos empezaron a estar preocupados, así que fueron a visitarlo, y se quedaron enormemente sorprendidos cuando Redondito les dijo que no tenía don, porque para su sorpresa ellos respondieron: -¿cómo que no tienes don? ¡Pero si tu don es el mejor de todos! Y Redondito, realmente enfadado porque pensaba que se estaban burlando de él, dijo: -¿y qué don es ese que tanto admiráis? Y ellos respondieron a coro: ¡ayudar! Y en ese momento fue que a Redondito se le iluminaron los ojos y se dio cuenta de que su don había estado con él desde siempre. Así que salió corriendo de casa, lleno de fervor y alegría, dispuesto a declararle su amor a Amapola de una vez por todas; pero cuando llegó vio que en todo ese tiempo que había estado encerrado en casa tratando de encontrarse a sí mismo, Amapola se había casado con Copo, el duende del frío, quien le había aconsejado que se quedase en casa para encontrar su don. Y su decepción y tristeza fue tan grande, que se le rompió el corazón, y como él era tan pequeño y su corazón tan grande, que él era solo corazón; él mismo quedó roto en mil pedazos.

martes, 15 de octubre de 2013

"Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía"

Poesía es tu mirada
mirando la mía
mirándote hasta que alguno de los dos
aparte la mirada.
Poesía es lo que produces en mi piel
con solo rozarme,
las chispas que se quedan en el aire
cuando nos soltamos las manos
antes de que el fuego estalle.
Poesía son tus palabras
cuando, aún sin rima,
se me clavan en el alma.
Tu mano acariciando mi cara,
la tímida sonrisa que le roba otra a la mía,
tu aliento recorriendo mi cuello cuando me abrazas.
Poesía...
Tantos siglos intentando definirla que al final
queda olvidada
cuando en el fondo
es tan sencilla...
Que poesía son
esos ínfimos detalles que nos atrapan
y a los que nadie
pone palabra,
ni rima.
El minúsculo matiz de saber que te quiero,
hoy un poco más que ayer,
pero siempre menos que mañana.
P.D: a los míos.

miércoles, 2 de octubre de 2013

"Mi voz buscaba el viento para tocar su oído"

Y en el silencio de la noche,
en la oscura inmensidad de octubre,
estallaban tus pestañas,
contaminando de oro y naranja
un cielo vacío,
sin apenas estrellas o nubes.

Y volaba por los aires tu risa,
y se quedaba en esa trémula pared pegada
como un paracaídas,
marcando un camino hacia el altar que te aguarda.

Las estrellas de tu mirada floreciendo,
aumentaban más y más
en hálitos de pasajeros destellos.
De repente un suspiro. De repente un silencio.
Y tus huellas de mandarina esparcidas por el cielo.

Y mientras, tu boca fija,
en una eterna sonrisa de hielo
que entre brillo y atisbo ardía,
me embaucaba robándome un beso.

Así fue nuestro amor,
cálido e intenso...
pero rápido,
como tu eco.


miércoles, 11 de septiembre de 2013

"Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos"

Igual a la luna le toca vestirnos de otoño antes de tiempo.
Igual su resplandor ha dejado ya de quemarme la  piel.
Igual su aureola nuclear ya no atraviesa mis párpados.
Igual esta luna ya no es la misma luna
que tantas veces nos ha visto amarnos.
Quizá no es la misma luna
que me descubrió pensando en ti
cuando estabas lejos.
Quizá esta luna mía
ya no es igual a la que tú miras.
O puede que tú y yo ya no seamos los mismos.
Pero sé que esta luna recuerda
y te recordará siempre,
aunque no quieras,
todo lo que hemos sido.

viernes, 6 de septiembre de 2013

"Yo contigo siempre"

Y por mucho que me lo jures,
yo siempre tendré miedo.
Pero también siempre tendré ganas
de volver a intentarlo.
Porque tú y yo somos como el sol
que en el mar nace y muere cada día;
pero nadie duda, ni siquiera yo,
de que volverá a brillar en lo alto del cielo
a la mañana siguiente.


''¿Qué tienes,
qué tenemos,
qué nos pasa?
Nuestro amor es como una cuerda dura
que nos amarra hiriéndonos.
Y si queremos salir de nuestra herida,
separarnos,
nos hace un nuevo nudo
y nos condena a desangrarnos y quemarnos
juntos.''

(Pablo Neruda. Los versos del capitán.)

P.D: al ejemplo de amor más grande. 6 de septiembre de 1986.

jueves, 29 de agosto de 2013

Y solo sé que...

Hacía frío
y llegabas tarde,
lo cual me hizo pensar
que no tenías prisa.
No me equivoqué.
Llegaste y me abrazaste.
Hacía calor.
No sé cómo lo haces.
Viniste con tu para nada habitual semblante serio,
que quizá desvelaba tristeza y miedo,
y divagamos acerca de todo,
menos de lo que teníamos que decir.
Me miraste,
y yo te esquivé la mirada,
como siempre.
Y es que con solo una mirada
puedes desarmarme.
Y nada más temo.
Entonces agaché la cabeza,
y me besaste la nuca,
y el cuello,
y las entrañas.
Supe que nos lo habíamos dicho todo.
Pero por si alguna duda quedaba,
rompiste el silencio:
-Te quiero.
Y todo volvió a girar de nuevo.
Y yo...
Yo no sé cómo lo haces...

lunes, 26 de agosto de 2013

Oda a un beso con asuntos pendientes.

Se hizo el silencio.
Él la beso.
Ella le besó.
Ambos se besaron.
Se dieron uno de esos besos cortos, lentos y con pasión retenida,
reprimiendo la inevitable conexión de dos que ya se han amado antes.
Se dieron uno de esos besos con previo suspiro y pausa,
y con estrellas en la mirada.
Uno de esos besos que dejan ver la trascendencia que tendría
si no existiese el miedo. O la distancia.
Una perfecta conexión retenida  y condenada
a un único beso,
con la intención de ser frío, pero más cálido que nunca.
Un beso de película.
Un beso lleno de magia y tristeza al mismo tiempo,
que revelaba al fin y al cabo el sentido real de la vida:
tristeza y magia...
y miedo. Siempre el miedo.

sábado, 6 de julio de 2013

"La Luna vino a la fragua..."


Y yo la estaba mirando,
y tú no me acompañabas.
Estaba medio llorando,
lejana, en el cielo, congelada.

Alguien ha manchado la Luna,
parece que la han arropado.
Alguien la descubrió desnuda,
y la vistió con un manto de punto agujereado.

Su claridad está forjada,
¿hasta dónde llegarán sus rayos,
si el mundo entero la dispara
con sus suspiros contaminados?

Pero esta noche tú y yo miramos la misma Luna,
y al mirarla veo tus ojos brillar bajo sus párpados.
Hoy sé que no nos abandonará nunca,
y que al mirarla, aún desde lejos, nos mantendremos abrazados.



P.D: para ti, con todo mi yo








jueves, 23 de mayo de 2013

Te hablo con el corazón, es lo único que tengo.

Ayer. Ayer te miré, te abracé, te besé, apreté tus manos, muy fuerte, y nos prometimos que nunca se separarían. Ayer te quise tanto, que quise que ayer fuese eterno. Pero ayer ya no es hoy. Ni mañana. Ayer se ha ido, llevándose con él la certeza de que seguiremos siendo tú y yo, igual que ayer, hoy y mañana. Las palabras también pueden ser eternas si queremos que lo sean. Y yo ayer, ayer las grabé para siempre en las estrellas. Pero ayer se ha ido, junto a todos los periódicos tirados a la basura, ya dispuestos a ser reciclados para hacer otros nuevos. Y ahora me pregunto si la eternidad permanece habiendo sido prometida en un día con fecha de caducidad. Yo no quiero que nuestro amor sea de reciclaje. Y no quiero que nunca lo tiremos. Y no hay nada que me lo asegure. Quizá solo ese miedo a confesarte que hoy te quiero un poco más que ayer, pero siempre menos que mañana. Porque sé que puede que llegue un mañana en que no estés. Pero tu ausencia tampoco durará para siempre. Solo permanecerán mis palabras, en la continuidad de un ayer, un hoy y un mañana, en el que te quiero siempre y pase lo que pase; porque lo prometí en un día con fecha de caducidad.

P.D: A los míos.

lunes, 20 de mayo de 2013

Microrrelato II

Se fue, y yo me quedé plantada en el mismo sitio en que solía mirar cómo se marchaba; viendo sus pasos alejarse, su nuca carbonizada rimando con sus ojos impenetrables, difuminándose por la comisura de las escaleras. Y me quedé escuchando el tremendo eco de tristeza que desprende cuando se aleja, con la imagen fija en la cabeza de su sonrisa torcida y pícara envolviendo la piel blanca y tensa que abraza su figura espontánea y risueña. Mientras todo ardía en mi incansable conciencia perturbante, nada escuchaba de fuera. Tan solo resonaba esa voz tardía en mi cabeza tentándome cada vez más a salir corriendo tras él. Y mientras todo pasaba, mientras el tiempo ocurría, yo estaba ahí parada y él de camino a nosedónde y con nosequién. Y mientras lo pensaba, mientras el tiempo se me escapaba, le perdía, y me descubrí  apresurándome en su búsqueda, cual mosquito atontado que persigue el último esbozo de luz para vivir. Así que bajé deprisa las escaleras, las mismas que él había dejado impregnadas con su rastro de perfume masculino. No me importaba tropezarme con todas aquellas personas que se interponían en mi camino, los iba zigzagueando como si de un examen de agilidad se tratase. Pero la gran masa de gente intentando entrar en la facultad, mientras yo pretendía salir, me impedían avanzar, ni deprisa ni despacio, simplemente no podía salir de aquel tumulto empeñado en hacerme fracasar en mi búsqueda. Por fin conseguí colarme entre toda esa gente, dada mi escasa estatura, y salí disparada persiguiendo sus ojos profundos e infinitos. Ya me veía gritando su nombre, mientras él se volvía y acudía deprisa a abrazarme. Nunca más le dejaría ir. Y esa eterna esperanza sostenida únicamente en una absurda ilusión me mantuvo con fuerza para seguir mi recorrido. Cuando me dispuse a cruzar el paso de cebra, que era como mi llegada a meta, el semáforo se puso en rojo, pero sin ningún reparo decidí jugarme la vida luchando contra aquellos coches que me pitaban e insultaban con bastante razón, por cierto. Pero nada importó. Bajé corriendo las escaleras de la boca de metro, cliqué el billete y continué corriendo hasta llegar al andén uno. Mientras bajaba las últimas escaleras que me llevaban por fin a él, me tropecé y bajé rodando, lo cual me hizo más rápida la llegada, la verdad, aunque no más aparente. Al llegar al último escalón me levanté, obviando a todos los preocupados por mi estado, a los que se reían de mi estúpida caída y a ese pequeño río de sangre que había empezado a surgir de mi rodilla. Y me aproximé de forma dulce y desenfrenada -algo desorientada todavía, he de reconocer- al atisbo de esa entrañable nuca que cruzaba ya las puertas del vagón. Allí estaba yo, con la mirada iluminada y la sonrisa preparada para gritar su nombre, cuando de pronto se giró y la besó.

martes, 7 de mayo de 2013

Microrrelato I

Recogí de forma rápida pero eficaz todos los trastos en torno a las nueve menos cuarto. Había sido una tarde larga y productiva de trabajo sin descanso en la biblioteca de la facultad. Estaba contenta porque por fin me habían mandado un estudio sobre uno de mis escritores favoritos, y eso me había motivado mucho a seguir en la carrera que hasta entonces no estaba tan segura de haber elegido. Pero para qué engañarnos, ese día era un muy buen día, un poco mejor que los demás. Habíamos quedado a las 21.30 en la salida del metro de Ciudad Universitaria, en teoría un punto intermedio, aunque no tan cerca de mi facultad como de la suya. Por fin, por fin había llegado el momento, el de vernos a solas y sin ataduras, que definiría por fin la situación, nuestra situación. Así que a las nueve menos diez con todo en orden estaba en el baño de mi facultad, retocándome. Ese día me había echado en el bolso un mini cepillo de dientes, mi perfume favorito y un pequeño estuche de maquillaje, además de mi pluma, mi libreta y mis ibuprofenos correspondientes. Quería estar perfecta; casi lo estaba. Sí, es un tópico femenino muy real, lo reconozco, pero no el de la impuntualidad, pues yo estuve en el punto de encuentro quince minutos antes de la hora establecida. Tampoco es que haya mucho paseo desde Filología hasta allí. Estaba oscuro y hacía frío, como se espera de un 21 de enero por la noche. Pero me mantenía despierta el recuerdo de sus ojos infinitos reflejando las frías y lejanas estrellas del cielo claro de esa noche. Allí estaba, repasando cada uno de los versos de mi autor favorito mientras imaginaba cómo iba a recitárselos al oído. Y pasaba el tiempo, y yo no me daba cuenta. Y dieron las once y media, y él no apareció. En ese momento escuché los versos de Neruda al son de los cristales de mis ojos rompiéndose contra mi pecho. De repente se fundió la luz en toda la Ciudad Universitaria, incluida la del metro. Me supuse que se trataba de alguna avería, así que decidí esperar. Pero el cielo se fue cubriendo y la luz de la luna dejó de acompañarme. Me entró miedo, y al divisar de pronto un pequeño atisbo de luz, me dirigí hacia él como un mosquito atontado, adentrándome en el campus de no sé qué facultad, la verdad. Al llegar vi que se trataba de una luz de una potente linterna de patio, que estaba encendida sin nadie alrededor. Estaba yo sola, y empecé a escuchar ruidos y el roce de unos zapatos arrastrándose por la tierra acompañados de un silbido. Pensé -“típico”- para mí misma, y todavía conservé una pequeña esperanza en que fuese él quien se dirigía hacia mí a taparme suavemente los ojos y decirme alguna cursilería al oído, en un compás tan tranquilo que resultaba inquietante. Era mucho más probable que no fuese él, sino un completo desconocido, y como estaba yo sola y siempre he sido muy miedosa decidí dejarme de ilusiones adolescentes y volverme a la entrada del metro, confiando en que esa poca luz de la potente linterna de jardín sería suficiente para saber llegar. Desde allí me pareció que ya se iluminaba de nuevo alguna farola, así que comencé a andar dirección boca del metro antes de que apareciese nadie. Pero a medida que avanzaba seguía escuchando los pasos acercarse, así que empecé a correr, y a escuchar cómo los pasos también se apresuraban detrás de mí. Al ver que la arena de esos pasos empezaba ya a cubrir mis zapatos, comencé a gritar desenfrenadamente, como si me fuera la vida en ello. Por un momento me volví para ver quién era mi supuesto adepto, sin embargo no descubrí a nadie. Pero al volverme de frente para seguir mi camino me caí sobre una especie de superficie un poco más alta que un escalón habitual, y al alzar la vista me topé con unos ojos misteriosos y agresivos y una mano estirada tratando de alcanzarme desde lo alto de un jinete. Y lejos de pensar que se trataba de mi príncipe azul, me levanté muy deprisa, sentí un golpe seco y fuerte en la nuca, e ipso facto desvanecí. 
P.D: Siempre hay una primera vez para todo. Bienvenida a mi vida, Prosa.

jueves, 2 de mayo de 2013

"Erase una vez la historia de una herida"

Le dijiste adiós
con la sonrisa partida
y el corazón en la mano.
Luego agachaste la mirada
y en un vaivén de dolor y rabia
te apresuraste por aquel pasillo interminable.
Y él, clavando su mirada en tu alma,
se despidió sin parpadear
con su voz fría y contundente.
Te marchaste, y el ambiente se contaminó
de tristeza y conversaciones pendientes.
Dime por qué, por qué se empapó tu alegría
con las mismas lágrimas de miel y de antes.
Él nunca merecería sentir el calor de tu risa
y de tus ásperas manos intocables.
No le nombres, no le huelas, no le recuerdes.
Que desaparezca para siempre.
Y que se sienta culpable
de no haber sabido quererte hasta que sangre.
Como tú le quisiste,
hasta quedarte sin estrellas y sin aire.
Y bien que lo supo la tierra,
resentida e indomable
durante aquel largo y no tan frío invierno,
agridulce y rebosante de recuerdos inolvidables.
Tantos abrazos intentando curarte,
tantos besos y palabras en balde,
tanto mirarte y cuidarte,
tanto quererte, incluso amarte.
Y tantos tantos, que ninguno fue capaz de hacerte olvidarle.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Indigestión


Fuego es lo que producen las chispas que saltan cuando nos miramos. Cuando me tocas. Cuando las finas yemas de tus dedos se posan sobre mis ásperas tiras de piel ardidas de miedo y angustia. Cuando tu tacto traspasa la fría barrera que separa cabeza y corazón. Cuando el calor de tu sonrisa se posa sobre mis párpados y siento desvanecer entre trocitos de cielo y miel. Exceso de azúcar, diabetes espontánea, jaqueca de ternura. Demasiada dulzura para tanta sed.

sábado, 20 de abril de 2013

"Comprendo cómo, no comprendo por qué"

Nada es perfecto. Ni nadie. Nunca llegaré a asumirlo, lo sé. Ni siquiera yo lo soy. Bueno, yo la que menos.
Volver... esa es la palabra que más me asusta. Volver a ser lo que era hace dos años. Siempre nos aferramos al pasado, creyendo que fueron tiempos mejores; pero no, no lo fueron. Porque de repente tu pasado vuelve y permaneces en el mismo sitio en el que estabas, solo que interpretando un papel diferente, un personaje diferente. O mejor, el mismo, creyendo que puedes cambiar, y que has cambiado. Creyendo que esa bestia que llevas dentro nunca volverá a desatarse, que ahora eres sosegado y que todos te admiran por ello. Creyendo que eres capaz de querer, sin hacer daño, y de que otros te quieran, y hasta incluso de merecerlo. Merecer, qué palabra tan compleja. A veces hasta se me olvida quién es el que decide lo que cada uno merecemos. Y puede que en el fondo ese sea mi problema.
Pero yo he vuelto, a las mismas canciones, a los mismos comportamientos. Y nada me hiere más que mirarme en el espejo  y ver el fuego en mis ojos ardiendo encolerizado, capaz de destruir a cualquiera que se cruce por su camino. Volverme adicta a la oscuridad, a disparar golpes secos contra superficies férreas y etéreas al mismo tiempo. Dejar de creer en el perdón y en que todo puede estar bien. Volver. Volver a ser esa bestia que fui y con la que me llevé más de un corazón amedrentado. Como el mío. Y que nadie sea capaz de ir más allá, y esperarlo todo de quien no me debe nada. Que no me llene ni uno de esos abrazos con los que intentan avivar mi corazón deshabitado. Volver a ser como un diamante al que todo el mundo se acerca, creyendo que es muy bello, que nadie puede rallarlo, ni romperlo, pero que es capaz de arañar y destruir cualquier otro corazón menos cristalizado. Volverme inmortalmente científica, y dar de lado la poesía y los sueños. Ser bipolar y consentida. Creer que mi Dios ya nunca podrá volver a perdonarme. No merecer nada. No merezco nada.
Pero vosotros seguís ahí. Vosotros, a quien puedo llamar amigos. Y aparecéis de repente, y resurgís de la muerte en la que nos tenía más que asumidos. Pero estáis ahí, detrás de toda esa oscuridad que me corrompe. Y hasta sois capaces de quererme, y de abrazarme, aunque me vuelva la peor persona de este mundo. Y vosotros alegáis a que ya me conocéis, y que no pasa nada, que está todo bien. Pero no lo entendéis, vosotros no merecéis eso. Ni yo os merezco. Yo no quiero que me conozcáis así, yo no quiero ser así, y mucho menos con vosotros. La respuesta es fácil, ¿no?, puedes cambiar. Sí, y lo hice. Lo intenté especialmente por vosotros. Pero lo siento con todo mi alma, no lo he conseguido. Y mirad que lo he intentado, y que lo intento. Pero no llego. No puedo. Y vosotros no tenéis por qué soportarlo, pero sé que lo haréis, porque sois mis amigos. Y eso es lo que hacen los amigos. Aunque a veces no nos entendamos o nos tiremos de los pelos. Nos conocemos, y lo más importante: nos queremos. Y puede que yo no lo merezca, pero también puede que no quiera perderos, por encima de todo. Y quizá esta sea la única forma que encuentro de disculparme, o explicarme; escribir una especie de carta que en el fondo nunca espero que leáis, intentando que sea algo poético y bello, consiguiendo que sean cuatro frases tontas más de las que corren por el mundo. Pero hoy solo quiero que sepáis que sois parte de ese todo, del TODO que constituye mi vida, y que si vosotros faltáis, ya no tengo Todo, sino un conjunto de factores mal estructurados. Sé que no tengo derecho a decirlo, pero no me faltéis nunca.
Y GRACIAS. Y decir porqué sería extenderse demasiado, lo cual fomentaría que no lo leyeseis, si es que algún día esto llega a vuestros párpados. Simplemente gracias por ser tan imperfectamente perfectos, por quererme, perdonarme, aceptarme...gracias por ser amigos. Gracias por tanto.
Os quiero. Mucho.

miércoles, 10 de abril de 2013

Que paren el mundo...

Que últimamente mi oscuridad ha ganado a mi poesía,
que mi cansancio anda acumulado,
mi corazón acongojado,
y mis versos cutres asfixiados de rutina.

Que últimamente se han revuelto mis recuerdos,
que se me ha apagado la voz,
se me ha secado el fervor,
y ahora antes de intentarlo ya me pienso que no puedo.

Pero te veo y mi tristeza se paraliza,
despiertan mis ojos, se turbulenta mi alma,
el corazón vuelve a latir, ¡y muy deprisa!

El miedo es el alimento que poco a poco me contamina,
y el tic tac de la muerte me tiene acorralada,
¡que al menos el amor me salve de la vida!


jueves, 28 de marzo de 2013

Golpe a golpe, verso a verso

SEMANA SANTA

Venían a por tu risa
aquellos encapuchados,
un beso en la mejilla
selló tus párpados cerrados.

Que vienen, que vienen, vienen
a por tus clavos oxidados.

Venían por tu inocencia,
por la verdad de tus labios.
Te llevaron cual delincuente,
de manos y pies atado.

Que llegan, que llegan, llegan,
ya puedo oír sus pasos.

Estábamos durmiendo en el huerto,
sus violentas miradas nos despertaron.
La tentación nos cerraba los ojos,
no pudimos permanecer velando.

Que vienen, que vienen, vienen
a por tu corazón quebrantado.

El huerto de los olivos
ya grita, encolerizado,
se llevan la Salvación
acusada de ser naufragio.

Que llegan, que llegan, llegan
a burlarse de tus milagros.

Ya resbala la sangre
por las llagas de tu costado.
Tu mirada perdida,
mi corazón desesperado.

Y vuelven, que vuelven, vuelven
a por tus fieles y amados.

Ya se oscurece el cielo,
ya llora Dios, avergonzado,
la Esperanza ha muerto,
nosotros la hemos matado.

P.D: a lo Lorca.

jueves, 21 de marzo de 2013

Esa es la cuestión


Sentir la presión de ser libre. De abrazar el pañuelo blanco que esconde un puñal debajo. Tener las dos oportunidades. Saber que vas a desperdiciar ambas y que una puede dejarte sin la otra. Aliarte con los dos bandos. Ser el bueno y el malo. Sostener una corona que esconda los cuernos. Ver el lado rosa, y el lado negro. Se ángel, ser demonio, ser nostalgia, ser anhelo, ser suelo, ser cielo, ser verdad, ser mentira, serlo todo, no ser nada, tenerlo todo, no tener nada. Poder arrebatárselo todo a alguien o ser culpable de su felicidad desenfrenada. Ser tú mismo, ser otra persona. Ser invisible. Sentir que tienes el control de todo y que puedes acabar con una vida al mismo tiempo que crear otra. Creer que tú puedes solo. Creer que tú tienes el poder tan solo por creer que eres libre, sin haber comprobado si eso es verdad o es mentira. Esa presión de ser algo que te han dicho que eres, sin ni siquiera averiguar qué significa esa gigante y vacía condena llamada libertad. 
La vida es una constante toma de actitud. Es una constante decisión. Vivir es la única libertad.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Posdata:

TE QUIERO. Con todas las letras, mayúsculas, subrayado y en negrita.
Eso es lo que dices cuando me sonríes, me miras con complicidad, me abrazas o me acaricias. Eso es lo que quieres decir cuando repites que estarás ahí siempre, que yo puedo con todo o que todo saldrá bien. Tu forma de jugar conmigo, de demostrarme que eres diferente. Tu forma de picarme, de saber cómo soy, de saber lo que tienes que hacer, cuándo y cómo. Tu forma de acercarte a mi cuando no estoy bien, tu forma de recordarme quién soy, de abrazarme o de hacerme sonreír. Tú y los demás misterios de cómo coincidieron ''dos corazones que no saben qué hacer con su herida'', como diría Bosé. Y es que es cierto, se me había olvidado: tú eres diferente. Eres diferente porque haces las cosas cuando uno menos se las espera, quizá en el momento más inoportuno, de forma extraña y de repente. Eso te hace especial, ¿sabes por qué? Porque que lo hagas todo así, sin detalles, ni paños calientes, sin seguir ningún compromiso, significa que cuando lo haces es de verdad y con el corazón. Se me había olvidado que siempre tiendo a compararte, a comparar lo que haces tú con lo que hacen los demás, sus detalles o su comportamiento conmigo, a ponerte a prueba. Tiendo a evaluarte porque siempre siento que estoy arriesgando demasiado, y es que cada vez te clavas un poco más en el fondo de mi, y cada vez sabes más. A menudo me quejo de que no creas en mi, en el amor, en que las cosas duran, en que existe la gente buena, simplemente, en que yo no voy a fallarte...y es que me doy cuenta de que la que no cree en todas esas cosas soy yo. La que tiene miedo, soy yo; la insegura, soy yo. Y nos juntamos el hambre con las ganas de comer. Y a veces se me olvida: tú eres diferente. Tienes una forma diferente de hacer las cosas, de decir las cosas, de comportarte. Y siempre dices lo mismo, siempre me dedicas las mismas frases. Pero es que cada vez que las dices me suenan completamente nuevas y llenas. Y en este tipo de situaciones me doy cuenta de lo mucho que te quiero, y que sé que tú me quieres. Y a veces pienso que, pase lo que pase, eso es lo único que importa, y es la respuesta para todo. Así que cuando no entiendas algo que he hecho, he dicho, he sentido, algún comportamiento...recuérdalo, la respuesta es sencilla: porque te quiero.

A los míos.

lunes, 4 de febrero de 2013

Nunca soy tan pesimista, lo juro :)


Lo siento, pero hoy solo creo en el cielo azul lleno de sol y de sueños. En salir a buscarte y decirte que lo dejes todo y que vengas conmigo. Hoy solo creo en el verano, en tumbarnos sobre cualquier pedazo de vida y dejar que la brisa de tus pestañas me acaricie la sonrisa. Hoy solo creo en dejar el tiempo correr, sabiendo que no tengo nada mejor que hacer. Hoy solo creo en que todo podría ser diferente.
Y nunca me cansé de repetir que eras tú, solo tú y siempre tú. Y como tantas veces, me equivocaba. No hay nadie. Nadie es nadie. Nadie es nada, nada más que una casualidad. Nadie es nada más que tan solo una persona en el momento más inoportuno, en el lugar más inapropiado. Hoy no creo en el amor. Y tú estás enamorado de ella, como un día muy cercano tendrías que haber estado enamorado de mí. Me pregunto si todo esto es culpa mía. Quizá todo hubiese sido distinto si yo hace un tiempo hubiera sido distinta. Ya no importa…el presente vive, y me mira a la cara cada vez que cierro los ojos. Y yo estoy aquí, pensando en ti, mientras alegres voces se ríen a carcajadas en el fondo de mi tímpano, y me recuerdan que se puede ser feliz. Que yo lo era, y que todavía lo soy. Pero es que pienso en ti y se me viene el mundo encima. Como una ola que me aturde, como un silencio improvisado. Recordar tu sonrisa, tu risueña mirada con destellos de niñez enloquecida. Recordar tu tacto, tu olor, tu espíritu optimista. Y yo cierro los ojos, y te veo abrazarla…y se me derrumba la vida, las estrellas se me caen por las esquinas y yo nado en lágrimas invisibles de soberbia y cobardía. Estoy sola, vivo sola, sufro sola. Y todo por la estupidez de mi testaruda tormenta, de no poder encontrar sentido a lo que duele. Así me siento yo. Arañando las heridas de un corazón adormecido que no deja de escribir sus ruinas sobre un papel empapado de verdades para intentar encontrar el valor de decirte que gracias a esos besos que no diste, a esas promesas que no cumpliste y a esas palabras que nunca dijiste, hoy yo ya no creo en nada. Ahora ya no creo en nada más que en el tiempo y en la distancia. Y que el amor solo se rompe, duele y acaba. Y que tú estás enamorado de ella, y que pareces hasta incluso amarla. Y que cuando se rompa tu ausencia, yo ya no estaré aquí para extrañarla. Y mira que lo siento, mi corazón ya te había hecho un hueco. Y mira que lo siento, y a veces lo siento tanto que ya no siento nada.


domingo, 3 de febrero de 2013

Con A, de verdAd

Tanta literatura intentando definir y explicar lo que es el amor, y resulta que la respuesta está escrita desde hace ya unos cuantos siglos. Aquí la tenéis. Esto es amor, que no os engañen:

''El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia, el amor no es presumido, ni se envanece; no es mal educado, ni egoísta; no se irrita, ni guarda rencor; no se alegra con la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, soporta sin límites.'' (San Pablo)


jueves, 31 de enero de 2013

''Quien lo probó, lo sabe''

Las verdades están para contarlas,
los besos para darlos,
las personas para amarlas,
los silencios para romperlos,
los sentimientos para mostrarlos,
la vida para usarla
y el amor para hacerlo.

Y tú estás en la orilla de enfrente
y me miras, y suspiras con aires de hipocresía.
En esto que mi mente de pronto se despista
y al mirarte siento desvanecerme.

Y si me tocas, mi piel se eriza;
si me abrazas, mi fuego hierve;
si me sonríes, se amedrenta mi herida;
y si te vas, mis ojos enloquecen.

Entra por fin en mi vida,
deja que yo te demuestre
que soy una estrella perdida
que busca su norte en tu oriente.

Y si me dejas que invente
ese mundo donde poder quererte,
te prometo que no fallaré:
tú eres mío, y yo tuya, siempre.

sábado, 26 de enero de 2013

Oda al corazón roto

¿Quieres que te diga la verdad? No, no he llorado. Ni siquiera cuando me iba a dormir. Ni cuando me he quedado sola, o me he abstraído en un aparte mirando al infinito. No, no lo he hecho. Ni siquiera cuando la abrazabas. Tampoco cuando has recorrido su alma con la mirada. No cuando has agarrado fuerte su mano, ni mucho menos cuando has besado su frente después de besar sus labios. Y con los ojos cerrados. No he llorado. Ni siquiera cuando lo veía a través de un espejo deslumbrado. No he llorado.
¿Quieres que te diga la verdad? Algo se ha roto. No, no ha sido mi corazón. No tengo. Se lo entregué a nosequién hace ya algún tiempo. Luego se lo presté a un pasajero, que se le olvidó devolvérmelo antes de marcharse. Después me lo mandó, pero ya no sé donde lo puse. Recuerdo haberlo sacado de la caja de mudanza en la que ponía ''frágil''. Creo que luego lo expuse en mi habitación. No sé si alguien que entró se lo llevó. Me parece que no, porque después se me calló y se rompió, pero como no tenía pegamento, decidí guardar los pedazos hasta encontrar con qué coserlos. ¡Ah! Pero no tenía hueco y lo guardé en varias partes. Lo que pasa es que no  recuerdo en cuales. Creo que luego las escondí. No sé porqué. Y no sé dónde. Sé que de casa no han podido salir. Así que tienen que estar por ahí. Haber si un día las encuentro.
Pero ahora se ha roto algo. El último pétalo de aquella rosa... imaginada.
¿Quieres que te diga la verdad? Lo que me desquicia no es ver la rosa marchita. Ni siquiera creo que me duela que la quieras, porque yo a ti no te quería. Lo que me duele es que haya sido mentira; que tú lo hayas alimentado y que luego hayas querido mostrarme la verdad a tirachinas. Delante de un tumulto de gente que sentían pena al mirarme y verme fingir cada sonrisa. Duele. Duele recordar que vuestros besos, abrazos y miradas tendrían que haber sido los nuestros. No duele, sangra. Y conforme el tiempo pasa, avanzo y me doy cuenta de que es cierto. Parece mentira, tan mentira que todavía no me lo creo. Por suerte cada vez que cierro los ojos lo recuerdo, así que dentro de poco lo habré asumido por completo.
Que seas muy feliz, espero no verte en un tiempo. Yo seguiré siendo yo, con mi felicidad, mi integridad, y puede que con algún que otro cerrojo nuevo. Tú sigue siendo tú, pero intenta no romperle el corazón a nadie más, por favor, te lo ruego.
Y si quieres que te diga la verdad, sí, he llorado al escribir esto.
P.D: ''Nos aferramos al dolor porque es lo último que nos queda''

martes, 22 de enero de 2013

Diré la verdad, toda la verdad, y nada más que la...¿verdad?

Estás ahí. Distante como... kjdsnilkndfi...
No, no estás ahí. No estás ni para abrazarme, ni para preocuparte, ni para hacerme sonreír. Tampoco para verme ser feliz, ni mucho menos para que yo intente que tú lo seas. No estás, de ninguna forma. No estás y punto. Ni estás, ni creo que vayas a estar nunca. No estás por ninguna parte. Bueno, sí; por mi cabeza. Por mí entera. Me recorres de un lado al otro sin piedad y sin asombro. De esquina a esquina, de hombro a hombro. Pero nunca dices nada. Supongo que estarás perdido por alguno de los mares en los que naufrago. O bien perdido, o asustado. Y lo siento, pero yo no puedo ayudarte a salir de ahí. Si pudiera, ya lo habría hecho, te lo aseguro.
Y lo peor es que no me inquieta nada de eso... no me inquieta nada más que una pregunta...¿acaso tú quieres salir? ¿Quieres salir de mi cabeza, de mi rutina, de mi poesía? Todo sería más fácil si respondieses a esa pregunta. Si es afirmativa, te aseguro que me esforzaré por encontrarte una salida.
Siempre he presumido de defender que si todo el mundo piensa eso de que ''quien te quiere, te busca'' nadie buscaría a nadie y no se iniciaría nunca el juego que lleva al  amor. Pero es que hay veces que ni siquiera tiene sentido. No tiene sentido seguir buscando a quien no te busca, seguir intentando amar a alguien que ni siquiera se lo ha planteado, o que no te deja. No tiene sentido seguir ahí por alguien que no quiere que estés. No tiene sentido nada, nada si no hay alguien que también lucha para que lo tenga. Lo único que tiene sentido eres tú, tú mismo y lo que hagas por ti. Pero, lamentablemente, los seres humanos no nos conformamos solo con eso. Y no voy a entrar a valorarlo, ni a buscarle explicación. Tampoco me excluyo, yo también quiero construir mi vida al lado de alguien. Ahora bien, quiero que ese alguien dé al menos una mínima parte de lo que yo doy. Y creo que no es demasiado pedir...no pido ni la mitad de lo que yo podría dar. Solo pido lo mínimo: que me quiera; pero eso sí, con todo lo que conlleva querer. ¿Y qué es querer? Buena pregunta. Pero todavía una mejor...¿qué tiene sentido? y todavía más...¿quieres que lo tenga?

miércoles, 16 de enero de 2013

Fdo: un corazón roto

Tú haces que mi día, mi tiempo, mi sonrisa y todo eso que a menudo pierdo valgan la pena. Nunca he tenido tanto miedo como el que tengo cuando te alejas, cuando no dices nada, cuando me apartas la mirada, cuando pasas de largo sin rozarme, sin sonreírme, sin registrar que estoy ahí; detrás del muro que nos separa, esperándote. Sería injusto pedirte que elijas, y sobre todo sería injusto por todo el sufrimiento que causaría, y no solo a ti, ni a mi. Es complicado, te pediría que intentases darme algo en lo que ni siquiera ya creo. Lo sé, es tópico; uno de los tópicos que más odio. Pero ahora empiezo a replantearme si acaso no es también tópico aquél que no quiere seguir ningún tópico. Es complicado. No puedo pedirte que indagues dentro de mi tormenta, que intentes quererme, aceptarme, conocerme, ni siquiera comprenderme; dudo que alguien pueda. No te pido nada; nada más que un saludo mañanero acompañado de una sonrisa, que un abrazo al despedirnos o un mensaje de vez en cuando, que me recuerde que me recuerdas. No puedo pedirte nada más; porque tengo miedo a que no puedas dármelo, o a que en determinado momento el vacío de mi conciencia no quiera recibirlo. O a que de repente me dejes, a que aparezca alguien nuevo que te llene más que yo, a que no pueda quererte igual que tú me quieres, a que te caigas por  uno de mis precipicios, u otros innumerables miedos que me recorren cuando estás más cerca de llegar al fondo de mi armadura. Me aterra saber que cada vez te acercas más a conocer quién soy, mi pasado, mi presente, el futuro que espero; mis heridas, mis secretos, lo que me gusta, lo que me duele, lo que me llena, lo que me motiva, lo que me asusta, lo que me hace feliz. Pero lo que más me aterra de todo es que tú consigas que mi día, mi tiempo, mi sonrisa y todo eso que a menudo pierdo valgan la pena.


jueves, 10 de enero de 2013

Un secreto a voces

No nos gusta esperar. No nos gusta esperar nada, ni a nadie. De hecho, nos mosquea esperar, nos frustra tanto que entorpece toda nuestra vida. Odiamos el tener que esperar a que el semáforo se ponga en verde, a que llegue el metro, a que sea nuestro turno, a que se seque el suelo fregado, a que se termine de calentar la comida, a que deje de llover, a quien llega tarde, a recibir algo, a encontrar aquello que hemos perdido, a que nos resuelvan alguna gestión, a que llegue un momento deseado, a que nos digan las cosas...somos impacientes por naturaleza, y siempre queremos ser los primeros; sin pensar en que el que viene detrás está igual o más frustrado que tú. Vamos con prisa a todas partes y a la primera de cambio nos desanimamos y pensamos que todo lo peor nos pasa a nosotros. Vivimos atados a un horario, a un reloj, a unas normas y reglas estrictas que hay que cumplir, y lo peor es que son impuestas por nosotros mismos. Y sí, esto es así, amigos y amigas. Entonces, lo que yo me pregunto, lo que más me llama la atención... esa duda que anula todo tipo de teoría, incluso esta que acabo de soltar,  es: ¿si tanto odiamos esperar, a qué esperamos para ser felices?
Ahí lo dejo.

martes, 8 de enero de 2013

Oda a una intimidad perdida

Siento sufrir cuando se te desgarra una lágrima por los incandescentes senos de tus mejillas. Siento que rápidamente las borres con tus dedos manchados de tinta y miedo, y que agaches la mirada suspirando entre cortinas. Siento estar presente y no poder hacer nada; no poder intentar hacerte sentir mejor. Siento que llores en un autobús, en una absurda soledad de la que participo, rumbo a Dios sabe dónde, en el que te espera Dios sabe quién, sin saber si será capaz de consolarte. Me dedico a observarte por la pequeña obertura que separa tu mundo del  mío, y tú te me escapas por la ventanilla con la mirada perdida, y una lluvia empapada de breves hálitos de fuego intenso amolda el paisaje a tus pupilas de alambre. Y yo me desgasto viendo cómo tus ojos hinchados se emborrachan de la penumbra inocente de tu rostro, desdibujado por el turbio pasado del tumulto de las sábanas de tu historia.

P.D: hoy quería escribir sobre la vuelta a la universidad después de las vacaciones de Navidad y el día tan genial que he tenido. Pero volviendo a casa, a eso de casi las nueve de la noche, en el autobús, me he dado cuenta de que la personita que estaba sentada en el asiento de delante del mío estaba llorando; y esto es lo que ha cambiado y tocado hoy mi mundo, a veces tan únicamente centrado en su propio mundo. Así que la entrada de hoy va por todos los que lloran solos en los autobuses y por quienes sentimos frustración por no poder ayudarlos. Me gusta pensar que todavía queda gente en el mundo a la que el mal del otro le duele tanto como el suyo propio.

jueves, 3 de enero de 2013

Violento Amor

Tengo que tomar una decisión cuanto antes: o tú o yo. Y no sé a quién elegir...
Elegirte a ti sería quedarme sin mí misma, sin lo que siento, lo que me sucede, lo que me duele, lo que me alimenta, lo que me llena, lo que me enfada, lo que me hace feliz. Sin identidad. Cambiarme por un puñado de abrazos rápidos de los que me llena uno una vez al año. Cambiarme por tu sonrisa, tus palabras y detalles, a mí nunca dedicados. Ser la alfombrilla en la que reposas tus húmedos pies para no pisar el frío suelo. Ser nada o serlo todo, dependiendo de tu inagotable estado de ánimo bipolar y frustrado. Ser o no ser; arañar mi corazón para no hacerte daño a ti, dejarme atrás a mí por un minuto de tu atención, a menudo un tanto desviada. Romper mis promesas y crear otras nuevas en las que quedar atrapada. 
Pero elegirme a mí sería quedarme sin la alegría de tus manos, la energía de tus risueños pasos acercándose hacia mí, lo que siento cuando me tocas, cuando me dejas fundirte en mis brazos y sentir que se para el tiempo. Quedarme sin tu forma de apreciar las cosas, de cambiar mi punto de vista constantemente para hacerme la vida mejor, sin tu forma de acallar mis voces tormentosas, de quererme sin condiciones, de recordarme que estás ahí. Quedarme sin el dulce olor de tus ‘’todo va a salir bien’’, sin tu extraña forma de aconsejarme, sin mi motivo para escribir, sin las chispas que salen cuando nos miramos, sin mi máxima fuente de inspiración,  sin las cosquillas que siento en las mejillas cuando eres feliz y los puñales que se me clavan cuando no puedo curar tu dolor.
Y yo tengo que elegir...como si quedarme sin ti o sin mi fuese a devolverme la vida. Pero tengo que elegir...porque me consumen las contracciones de mi garganta cuando no puede gritar de dolor al escuchar tus palabras y no poder atravesarlas. Tengo que elegir...antes de que te sigas inundando en mi, antes de que indagues todavía más y puedas ver todo lo que siento, antes de que irrumpas todavía más en mis pensamientos y me sigas conociendo y queriendo; antes de que no puedas vivir sin mi,  y yo sin ti; aunque creo que ya no podemos... antes de que yo te quiera todavía más.
Así que te elijo a ti, destino.