domingo, 12 de enero de 2014

"Porque nunca sabrás, cuando te marchas, cómo me quedo yo"

Cuando te vas,
hay una explosión de tristeza.
Se estallan mis ventanas
y llueven cristales.
Se fragmenta el suelo,
se desvanece el cielo
y se derrumban mis paredes.
Por mis venas aumenta la corriente
con ese fuego que ha derretido la escarcha de mi semblante.
Y una supernova de sentimientos residuales
aparece reverberando la explosión de repente.
Típico, ¿no?
Todo es silencio
y oscuridad podrida de miedo.
Todo se halla suspendido...
hasta las palabras que no nos hemos dicho,
y que ahora incluso en el aire pueden leerse.
Todo ocurre a cámara lenta.
Excepto el corazón...
el corazón cuando te vas se me acelera.
Todo está contaminado por tu ausencia
y una ráfaga de viento tapona mis oídos con el color de tu risa,
y llega hasta mi pelo
y, en vez de despeinarlo, lo acaricia;
como si tus manos aún permanecieran.
Entonces esa tristeza se posa sobre mis mejillas
y me recuerda que
te has ido,
y que yo no he sabido retenerte.
Que te has ido
y tu portazo ha creado un eco.
Ese eco que repite tu nombre,
y que recorre el corazón en forma de golpes secos,
porque la puerta está cerrada,
y no puede salir a intentar detenerte
para que no te vayas,
para que aún te quedes.
Para que echarte de menos 
no se convierta en algo habitual.

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