¿Cómo no ibas a enamorarte de ella? ¿Cómo no ibas a hacer lo
que fuera por intentar salvarla, o por intentar que te quisiera? ¿Y cómo no
ibas a quererla? ¿Has sentido ese frío de cuando se marcha? ¿Y ese nosequé de cuando caminas hacia ella sabiendo que vas a abrazar
sus curvas? Y luego rozas su piel, de madera, suave, lisa y fina. Y luego ves
el amanecer posado sobre sus huellas. Y quieres cantarle una canción, pero ella
termina embaucándote a ti. Cómo no vas a quererla, a querer verla sonreír con
su boca, siempre abierta; a querer verla brillar al trasluz del sol que se
cuela por la ventana y acaricia su espalda, que parpadea. El tono crema de su
tez, sus ojos color miel, su torso puro de barro. Su voz de diferentes colores.
La presencia que impone, la ausencia que deja. La tristeza de cuando tú no
sabes qué decir ni ella qué responder. Y ella siempre tiene algo que decir,
siempre una frase perfecta. La paz de abrazarla cuando está callada, el sostén
de cuando acompaña en las horas más amargas, la alegría de cuando da vida al
discurso de una buena racha. Ella es la que construye la banda sonora de mi
vida, la canción con la que me despierto y la que me acuesto. Y cuando me seco
nunca se da por vencida. Siempre cree en todo lo que yo digo, en todo lo que yo
escribo, y le pone melodía. Hasta cansada y llena de hastío, cuando la veo
sobre mi cama, tendida esperando que la roce, y a mí me sangran las manos y la
voz de tanto amarla, aún sin ganas me mira a la cara cuando me tumbo junto a
ella, sin apenas rozarla, y sabe acompañarme. Amoldada y perfectamente encajada
a mis brazos cuando lloro. ¿Y cuándo se enfada? No sabes cómo decírselo. Tiene
mal humor, y cuando estalla es mejor impedir que grite. Pero en seguida se
afina de nuevo. Cómo puede transmitir tanta paz un cuerpo tan rígido. Cómo
puede arropar tanto un cuerpo frío como el hielo. Y en el suelo, en la cama, en la
silla…cualquier lugar es bueno, para amarla. Siempre tiene hueco para mí, sé
que me espera, a cualquier hora. Y cuando la dejo abandonada…me perdona. Aún
cuando me voy con otras. Aún cuando pierdo el tiempo en otras cosas. Ella me
espera. Paciente y sosegada, casi como si estuviera muerta. Pero no, yo sé que
no lo está. Está tan viva como mi voz, partida, de tanto amar el son de sus seis cuerdas enfurecidas.
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