domingo, 3 de mayo de 2015

Supermujer

Cincuenta y tres años cumplidos,
ojos azules grisáceos,
esos risueños ojos cansados
que me miran con estrellas de cariño.

Guapa, serena y fuerte,
lejos de convencionalismos y de clases,
es de la clase de las que pueden
conseguirlo todo a base de esforzarse.

Persona, mujer, madre y esposa,
su voz es suave y firme,
como su piel, de terciopelo invisible,
escondida bajo su capa de armadura vencedora.

En las palabras lleva verdad y sueños,
vida, alegría,
dolor y paz,
recuerdos,
historias que contar.
Y sus versos
son las fábulas
con las que cura
esas heridas de mi piel
que en la suya aún son quemaduras.

En sus brazos está la almohada
donde me acuna cuando despierto,
donde siempre encuentro hogar y consuelo.
Vuelvo a ser niña cuando me abraza.

En sus besos con olor a café
aún perviven el sol, la vida y el lucero
con los que me sigue disolviendo
las ganas de morder.

Permanecerla,
retenerla,
eternizarla,
eso quiero.
Parar el tiempo,
que no pase
por ninguna de las dos,
que me sigas cantando esa canción
con la que me espantas el miedo.

Y nada ni nadie pueden romper
tu amor eterno,
ese con el que me quieres
hasta cuando no lo merezco.

Sencilla y especial a la vez,
ojalá pudieses verte como yo te veo,
referente de vida, tesón y esfuerzo.
A amar me enseñaste tú también.

Supermamá, quiero ser
como tú eres, y serás siempre:
supermamá, y ante todo,
supermujer.

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