Te recuerdo
tal y como eras
el último verano
antes de este y del otro,
del anterior
y del pasado.
Eras oruga,
cuya piel es suave
pero muerde.
Eras ola,
que rápido viene
y pronto se va.
Eras el resplandor de la nieve,
que a la vez enfría y quema, inerte.
Eras el límite de un vaso
aún sin rebosar.
Eras la flor escondida,
el fuego encendido
y todo lo que a su paso se lleva.
Tenías en la boca un beso,
el corazón fugitivo
y en tu sonrisa una luna llena.
Llevabas en la mirada un nido
y en tu voz un canto
de amor y primavera.
Yo habría dado por curarte
mucho más de lo que tu amor quiso:
mis acordes, mis letras,
mi corazón, mi compromiso
y una vida, y media.
Eras, eras.
Mía
la tristeza
de cuando te ibas.
Esa que aún dejas.
Porque aún eres,
porque aún llenas
y aún hieres,
pero aún dejas
que te quiera,
y tú me quieres.
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